lunes, 7 de marzo de 2016

DISFRUTE ABSOLUTO
TRABAJO ABSOLUTO. JUAN LUIS MORAZA
Galería Espacio Mínimo
16 de enero – 5 de marzo 2016
Marco Torres Romero de Ávila

En primer lugar, felicidades al curator, pues ha sido en Trabajo absoluto una de las veces en que más efectivo, acertado y adecuado he encontrado el texto de prensa, y como mejor complemento a la propia exposición. No siempre se consigue. Juan Luis Moraza y Espacio Mínimo realizan su primera colaboración como muestra individual juntos, con esta amalgama de obras de aromas indudablemente Benjaminianos, Ruskinianos y Marxistas.
El tema del trabajo tiene una doble vertiente importante, que se evidencia muy claramente en las piezas que conforman esta exposición. Más allá del tiempo, esfuerzo, o carga de trabajo real que haya exigido su elaboración para el artista -y este sería el momento de preguntarse: ¿Y cómo diablos se cuantifican o comparan cosas como la carga de trabajo en ámbitos completamente distintos? Pero ese es otro debate-, Moraza consigue algo: las piezas que encontramos en Espacio Mínimo dan sensación de trabajo, de curradas, de esa parte del trabajo, quizá más pesada y monótona, que a todos nos cansa. Pensemos, por ejemplo, en los Nofondos (¡Gran título!): a cualquiera le parecerá un coñazo el haber tenido que rellenar esas superficies con garabatos hasta acabar. O en la cantidad de hojas del Calendario de fiestas laborales, con la información y leyenda personalizada de cada una, etc. El artista también es un mago y un ilusionista, y en este caso la cantidad de trabajo (como un valor añadido), es algo que se puede oler en el ambiente. Insisto, se haya dado en realidad o no, es lo de menos.
Pienso que, ante todo, se trata de una exposición propositiva. Se está pidiendo un compromiso, incitando al espectador para participar de las obras (a leer las hojas de cada 1 de mayo, a recorrer el campo de Tizas en sus diferentes recorridos, a seguir con la mirada el entramado de líneas de La fiesta como oficio). Como espectador, se está llevando a cabo un trabajo también, un proceso por el cual se realiza un esfuerzo. Nos tomamos esa molestia, y producimos algo a través de ello. Generalmente, de forma placentera y ociosa, voluntaria. Pero es que así mismo es como, en teoría, podría ser cualquier oficio. Una reflexión sobre el lenguaje y la distorsión que se genera a la hora de representar la realidad nos indicarán fácilmente que nuestro uso de palabras como producción, ocio, oficio, actividad, trabajo y tantos otros términos es, realmente, una consecuencia de las reglas dadas por el sistema, el capital y el propio aparato social y que, sin embargo, todos ellos se refieren a procesos que podrían considerarse iguales, en su aspecto más puro.
En este sentido, creo que es indudable que existe otra reflexión interna importante en la muestra: esa dicotomía eterna, imperecedera, del artista trabajador/ocioso, del oficio del arte como hobby/actividad profesional (algo compartido con los músicos, los escritores y otros campos de la actividad humana de un carácter marcadamente creativo y, supuestamente, alternativo (y aquí soy yo el que incurre en una falacia, si bien intencionada, cuando doy por hecho que no se puede ser creativo, no sé, recogiendo aceitunas por ejemplo. Porque evidentemente, se puede)). Moraza pone su profesión en un plano muy adelantado, casi en el primero, de entre los diferentes debates que genera la exposición. Y, al igual que pienso que en esta muestra huele a trabajo real, plomizo en ocasiones, también creo que huele a diversión, a pasión por la actividad propia, y a esa maravillosa anulación que se produce entre trabajo duro y sufrimiento para dar, en su lugar, paso al disfrute. Aunque parezca imposible, como algunos sabemos, a veces ocurre.

jueves, 3 de marzo de 2016

Soltando la producción


Juan Luis Moraza, Trabajo absoluto, Espacio mínimo, 16 Enero - 5 de Marzo

Aurélia Noudelmann

                         Trabajo absoluto viene preguntar, aclarar cómo nuestra contemporaneidad se ve formada en su totalidad por la idea del trabajo, los ingresos, cómo cada objeto se ve afectado por el concepto de la producción, la eficiencia, la especialización.
Juan Luis Moraza atado, rompe y mueve los diferentes afectos que el espectador tiene con el tiempo y el espacio : las tres obras expuestas son instalaciones, cada aulas tiene su propio carácter visual, que se presentan como "complementarias". El espectador es por lo tanto trató de unir estas tres producciones, se mueve en aquellas áreas que, sin embargo, parecen singularmente desenganchan uno de otro. El colgante de las instalaciones provoca una sensación de hundimiento, solicitado por la saturación visual juegada por el artista. En primer lugar, las obras trabajan el espacio como un volumen, como Erosis y La fiesta como oficio, donde las producciones superan el espectador. Por otra parte, el mareo se desarrolla a través de un trabajo de la saturación, la acumulación : no hay ningún objeto único, todo se repite, sobre todo en Calendario de fiestas laborales, con la reproducción en serie de la página del calendario del primer de mayo. El día del Trabajo es ahora todos los días del año, no hay más temporalidad, el enganchando hace una distribución en volumen visual de que le damos al tiempo, el informe es desplazado. Ahora todo es, espasmódico, el contrato de reconocimiento de este patrón del calendario famoso viene aumentar el efecto de saturación y de repetición.
Por otra parte, Calendario de fiestas laborales crea un nudo de tensión entre la escritura y la imagen, la incorporación de las diversas citas que elogian el trabajo como "Adoro trabajo, es mucho mas real que la vida". Nuestra mirada es mecanizada, el espectador se enfrenta con su propia relación con el tiempo aunque hay un carente de sentido viendo de la repetición de la misma fecha, todo iluminado por una luz inmensa, unificada. Una tensión entre el aspecto anónimo, singular y el cambio, la serie generalizada también emerge; la unidad de cada página con su cita, la experiencia, y en el mismo lugar la acumulación, la saturación visual generalizada, la pérdida del sentido del tiempo.
De hecho, estas instalaciones frustran nuestra relación con el tiempo, ofreciendo un carácter visual en volumen como en La fiesta como oficio, donde nos enfrentamos a un reloj en bloque, extranjera, que miramos voladizo. El espacio está cerrado en el sótano, una relación de reconocimiento también se aplica a las cintas de seguridad, los colores de las lámparas, el tiempo es mecanizado y extranjero, como rodeado.
Por otra parte, en este informe de mecanización de la vista y el mareo de nuestra relación con el espacio y el tiempo mediante por la plastificación, la saturación del espacio, emerge la instalación Erosis. Esta obra, en contraste total con la primera, no implica ningún sentido, imagen, relación de reconocimiento que une con lo contemporáneo. Estamos ubicados en la interferencia, la trama, la impresión fugaz de tiza depositada en el proyecto de enormes tablas. El espectador se encuentra en la falta de distinción, se ve envuelto en estos grandes volúmenes de tiza. Erosis implica en el mismo tiempo el resultado y el medio que se utiliza para hacer estos dibujos, pero en grandes volúmenes; el espectador se encuentra en un medio tiempo de la producción, superado por ella. La extrañeza surge una vez más en esta complementariedad y tales diferencias que combinan nuestra experiencia en estas instalaciones.
Entonces, lo qué hace que el trabajo de Juan Luis Moraza es particularmente interesante es que no es la revuelta inmediata de un crítico de la vida del mercado, la mecanización de la existencia, sino más de bien examinar nuestra operación en este universo omnipresente de conocimientos especializados. La exposición al Espacio Minimo proviene principalmente molestar, confundir y preguntar esta cuestión de la productividad, la eficiencia generalizada, contaminando nuestra noción de espacio y tiempo, saturando el pensamiento.

TRABAJAR, C'EST LA VIE


Juan Luis Moraza. trabajo absoluto. Galería Espacio Mínimo.

Pilar Berrozpe
La Galería Espacio Mínimo muestra un engranaje de tres instalaciones de Juan Luis Moraza moduladas en tres ritmos.  Al compás machacante del troquelado, un calendario de trescientos sesenta y seis unos de mayo celebra obsesivamente el trabajo como fiesta. Moraza simboliza el castigo del Homo Faber sometido a la dictadura del trabajo, lo tenga o no. Dando una vuelta de tuerca al détournement de Debord, Moraza reemplaza todas las esferas de la vida por el trabajo absoluto en los aforismos de su particular Today series. La biopolítica ha aniquilado el biorritmo. El trabajo es el nuevo santoral. No queda opción para el azar en un calendario de pared, colgado como un ready-made malheureux. Sin embargo el trabajo del artista es una fiesta, pero esa idea queda en suspenso, de momento.

Con los ritmos paradójicos de la nostalgia y la precariedad, Moraza construye en un segundo espacio, un frágil y casi invisible monumento al ídolo devorador del tiempo, el trabajo. Los aforismos del trabajo aquí se convierten en letanía recitada a modo de pensamiento obsesivo, un bajo continuo machacón. Como un gas, el trabajo lo ocupa todo, idealmente 24/7, trescientos sesenta y cinco días, más uno –como las condenas-, los años bisiestos. La ubicación en el sótano de la obra intensifica la sensación aplastante del sonido, y las cintas y cadenas de la verbena del trabajo se entretejen e impiden mirar hacia arriba.  
La exposición se cierra o reinicia con una instalación que entronca con la república que Moraza instauró el año pasado en el Museo Reina Sofía. En un aula desmadrada se escenifica un tiempo interrumpido, el de la infancia o el de la acción. Moraza invoca a sus maestros, siempre presentes en su incesante juego de referencias, y a unos cuantos artistas invitados, del tachismo, el expresionismo abstracto o el minimal más teatral. El artista ofrece un laboratorio de tizas gigantes. Como maestro a sus pupilos, y como artista al público, devuelve multiplicado lo que le dio Oteiza.

Erosis es un espacio de deconstrucción y suspensión. Según Foucault, la escuela es el lugar donde se pone en marcha la maquinaria represiva para la reproducción de las estructuras sociales y de poder. Pero cuando falta el profesor de clase, el caos y la euforia se apropian del momento. La tiza, símbolo del poder normativo, se convierte en el instrumento del niño y del artista, que llena la pizarra de irracionalidades. Sólo en un contexto libre de reglas, el sujeto toma conciencia de su individualidad y de su capacidad de acción. Así, la deambulación en el bosque de tizas invita a la arquiescritura, a una experiencia anterior a la norma. La tiza como herramienta se convierte en un monumento a la posibilidad.

La poética de Moraza sigue la estela de las estrategias alegóricas sintetizadas por José Luis Brea. Los títulos de sus obras, como materia prima tallable, se convierten en paleologismos irónicos duchampianos. Erosis no es sólo una anomalía del eros y una erosión de la vida vivida, sugiere también la sutil presencia de Rrose Sélavy. La polisémica obra Nofondos, unas pizarras-lienzos colgadas en el aula, son unos híbridos contra la pureza de la pintura greenbergiana que denotan la penosa situación de la educación, la antesala del trabajo inestable.

Recorrer trabajo absoluto produce arritmia. Hay resonancias dentro de las obras, rimas entre ellas y la producción anterior de Juan Luis Moraza. El público puede entretenerse descodificando aforismos, o pasear –más bien imaginar un paseo- en un crómlech caótico de tizas antropomórficas. La galería se convierte en un lúdico espacio condensado para el détournement. Fuera de la galería, trabajar, c’est la vie.

EL TRABAJO DEL SIN TRABAJO


EL TRABAJO DEL SIN TRABAJO
Juan Luís Moraza, Trabajo absoluto. Galería Espacio Mínimo (C/Doctor Fourquet. 16/ene/2016 – 05/mar/2016).

Jorge Belloso Miranda



Es cuanto menos curiosa y cuanto más paradójica, la exposición de Juan Luis Moraza en la galería Espacio Mínimo. No parece que haya sido un trabajo absoluto la realización de la muestra, la cual sólo cuenta con cuatro obras. Pero no vayamos a quedarnos sólo ahí, en lo evidente, pues puede ser ello un arma de doble filo.
Resulta curiosa en primer lugar, por lo ya comentado, lo estrecho de la muestra, la brevedad. Pues cabe preguntarse qué tipo de discurso -o más bien slogan-, pretende articular con ello. Resulta paradójica, como me refería en la primera línea, porque valga la redundancia, es paradójico que hoy aquí, en nuestro país, se pretenda hablar de trabajo. Y de trabajo absoluto (eso ya es el colmo). Hasta en el Congreso evitan ese tema, quizá por ello -o pese a ello-, deba de abordarlo el Arte. No obstante, aunque resulte paradójico hablar de trabajo, hoy aquí -e incluso pueda resultar irónico-; no lo es tanto hablar de fiestas. Eso ya es otro cantar. Y parece que ahí acierta la obra de Moraza (Calendario de fiestas laborales), en destacar las fiestas. Pueda o quiera entederse ello como meter el dedo en la llaga del estereotipo del español, disoluto y ocioso, más que trabajador.

Sin embargo, más que quedarse sólo en eso, en algo que podría parecer anecdótico, además de repetitivo; es también interesante ahondar algo más en la exposición haciendo una lectura más global y quizá -y seguro-, más dramática de la misma, puesto que podríamos también entender la muestra de Moraza como un canto -una coda-, al esfuerzo y trabajo (trágico) del español. Podríamos remontarnos con ello a lejanos ecos de Marx y la venta de la fuerza del trabajo, el proletariado y la industrialización (pero eso siempre, o casi siempre, y por desgracia no tanto), nos ha quedado demasiado lejos. Así, por lo que a uno toca, una de las lecturas posibles de la muestra Trabajo absoluto, sería la de entenderlo como una oda y coda al labriego, al bracero, al jornalero o al pastor español, quizá más del sur, donde los ciclos estacionales son más extremos y no hace tanta falta un calendario, porque este ya viene marcado por el campo y su labranza.

En contraposición a esto, a la alienación rural, encontramos un canto a la esperanza, de dejar ello atrás (no sólo la sala, sino el trabajo absoluto en el campo español), con la Educación y el Colegio (Erosis y Nofondos); baste únicamente entrar en el ambiente rural mencionado en el párrafo anterior para cerciorarse de que no hay duda que ahí ésta es la única salida factible. No obstante hoy, viendo esta obra, no puede uno más que desentrañar la nostalgia que transmite la misma, con la cuasi certeza de que ni esas pizarras emborronadas, ni esas tizas a punto de extinguirse, son la solución. O al menos no la única. Pues también queda el trabajo, entendido en el sentido más amplio y controvertido de este término; y hoy, no más que nunca, pero sí más que hace bastante tiempo atrás, precario. Precariedad que no contrarrestan ni las fiestas, ni esos lapsus ni altos en el camino para descansar, para celebrar, puesto que quizá hoy, no haya que celebrar. Debido a que quizá el trabajo (precario y absoluto), dignifique hoy menos que nunca.

Y como epílogo a ello (y también a la muestra de Moraza), encontramos La fiesta como oficio, que no es más que el tempus fugit en la indecisión de optar, entre el futuro del intelecto (Erosis y Nofondos) o lo manual (Calendario de fiestas laborales); para acabar quizá, probable e irremediablemente, de algún modo, con un accidente laboral (La fiesta como oficio), mientras alguien proclama: ¡Circulen, aquí no ha pasado nada!


No trabajas para ganar dinero, sino para justificar la vida.


"Trabajo absoluto", Galería Espacio Mínimo
16 de Enero - 5 de Marzo
Carlota Trujillo Ruiz

“Es un error esencial considerar el trabajo como una fuerza, cuando en realidad surge de una debilidad” 


Trabajo, trabajo, trabajo…Desde pequeños nos educan y enfocan a ello pero ¿Para que sirve el trabajo?. Te ganas la vida realizando acciones “remuneradas” económicamente, si tienes suerte pueden representar la motivación de tu vida pero sino pueden ser un castigo eterno, que a la manera de Prometeo te come las entrañas, cual pájaro monstruoso y te tortura día a día hasta llegar a la bendita jubilación la cual te llega en la vejez y acaba en cierta manera siendo representada por los viajes del imserso. En base a esto tienes varias opciones, o tienes suerte y encuentras el trabajo de tu vida en el cual te ves representado y acabas viviendo para trabajar, o te resignas a un trabajo sin sabor mediante el cual trabajas para vivir. 
En un mundo en el que el trabajo es el núcleo central de nuestra vida, ya que no solo trabajamos por una remuneración económica, vivimos en el mundo del trabajo del cuerpo también, del trabajo de formarnos culturalmente, trabajamos nuestras relaciones sociales. La obra de Juan Luis Moraza ahonda en ese mundo del trabajo haciendo el centro de la composición una gran crítica al sistema que ha emergido y con el que convivimos actualmente.    Lo vamos comprobado mientras pasamos por las cuatro obras que nos encontramos en la galería espacio mínimo. Erosis nos remonta a ese primer momento en el que el trabajo no significa nada, la tierna infancia de las tizas y el colegio en el cual todavía nos están induciendo la idea como si de un virus se tratara lo que luego será el centro de nuestras vidas, que si estudia para trabajar en esto, que si es tu futuro, trabajo, trabajo, trabajo…
NOFONDOS nos sume en el caos absoluto, en el que el garabato representa el todo caótico, resaltar que no es la primera vez que Moraza utiliza la tiza y la pizarra como instalación, ya que en su exposición República vimos una instalación también con tizas en la cual el público podía pintar e interactuar con la obra. 
La fiesta como oficio juega con la idea del tiempo como eje central marcado por un reloj en el cual no tenemos las horas marcadas rodeado de cadenas y catenarias en el techo de la pequeña habitación en la que esta instalada la cual esta conectada con un sistema de audio el cual nos repite frases relacionadas con el trabajo. Volvemos a esa crítica en cuanto a la falta de tiempo ya que la gran mayoría se la lleva el trabajo y el tiempo que nos queda lo dedicamos a gastar esa remuneración de nuestro trabajo. 

Por último y siendo una de las mejores obras de la galería el calendario de fiestas laborables, ya solo el titulo nos indica la inmensa critica expuesta en la pared en la cual encontramos los días y meses del año cada uno con un aforismo distinto, al cual con más razón. Es curiosa su lectura ya que se podría mantener una conversación muy pero que muy crítica simplemente recitando uno a uno los diferentes aforismos, los cuales te van relatando las odiosas verdades a las que te vas enfrentando a esa vida que plantean en un principio simple y bonita, pero que esta llena de malditos aforismos que la complican y que al fin y al cabo la reducen en esa maldita palabra que te hace levantarte todos los lunes.
Trabajo, trabajo, trabajo…

Trabajo infernal

Juan Luis Moraza , Trabajo absoluto, Galería Espacio mínimo, del 16 de Enero al 5 de Marzo del 2016
Raquel Milara Mateos

Juan Muñoz es un gran escultor contemporáneo , expone en la galería madrileña su obra titulada “Espacio Mínimo” , una de sus exposiciones más importantes fue la que realizó en el Museo de Arte Reina Sofía titulada “ República”. En esta ocasión la exposición es excesivamente breve bajo mi punto de vista, se divide en cuatro obras, si lo observas a primera vista, no tiene ningún sentido, pero si profundizas si que están entrelazadas, desde mi punto de vista, se queda demasiado escaso, para empezar no creo que esté adaptada a todos los públicos ya que para una persona con movilidad reducida , le sería imposible bajar por esas escaleras tan super empinadas, es algo que deberían tener en cuenta muchas galerías, el que todo el mundo tenga acceso a ella , que nada les impida contemplar el arte ya que es de todos.
En un primer momento si observas a tu izquierdas , puedes apreciar 366 con  un 1 de mayo ( se entiende que estamos en un año bisiesto), este se conoce como el “ día del trabajador”, es un tema que me parece interesante tratar, ya que cada vez se respetan menos los días festivos, para muchas personas estos días no existen, sobre todo en las grandes superficies comerciales, da igual el día que sea porque se abre igual hasta bien tarde, por lo que establecer una vida familiar cada vez es más complicado, ya que las jornadas son más largas y hay personas que tienen poco tiempo de estar en familia, vivimos inmersos en el trabajo y a veces ni siquiera nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Por otro lado, también merece la pena comentar su obra “Erosis” estas son figuras antropométricas desgastadas, es decir así es como ve a las personas y el desgaste que sufren muchas de ellas a causa del estrés del trabajo. Están realizadas con yeso, sin duda es un material bastante complicado de trabajar, unas son más altas que otras, son figuras humanas que andan solas perdidas por la vida, es una obra con la que en cierto modo puedes interactuar ya que puedes pasar entre ellas. Sobre la pared te encuentras una obra un tanto absurda , no sabes que pinta una pizarra llena de garabatos, parece que se trata de la clase de unos niños de tres años, es todo un caos donde se encuentran muchos seres humanos, es una obra realmente desconcertante y extraña.
Tras bajar por unas escaleras un tanto peligrosas, accedes a la última obra de la sala, vemos un reloj y suenan voces de personas que hablan sobre el trabajo de manera un tanto aleatoria, abajo un reloj , se refleja el paso del tiempo, este demasiado deprisa, la mayor parte de nuestra vida la pasamos trabajando y en muchas ocasiones estresados , pero si lo que queremos es vivir dignamente no queda otra cosa mas que trabajar para conseguir todo aquello que quieras.
Por último es una exposición que no recomendaría a la gente, personalmente no es de mi agrado, es demasiado concisa, creo que no llega a profundizar demasiado en la obras , para mi le falta un “ algo”, están muy incompletas, además su carta explicativa no ser caracteriza por ser demasiado explícita, no dice casi nada de las obras

TRABAJO CON PREGUNTAS

Juan Luis Moraza, trabajo absoluto, Galería Espacio Mínimo (16 de enero – 5 de marzo 2016).

Lucía Cirujano Ruiz


Calendarios, tizas, pizarras, tiempo, sonido y barreras es lo que encontramos en trabajo absoluto. Son las obras de Juan Luis Moraza expuestas en las salas blancas de la Galería Espacio Mínimo, al lado del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía donde entre el 2014 y el 2015 se podía visitar república, exposición de este artista. Juan Luis Moraza es un escultor, escritor, comisario y profesor vasco con un gran recorrido profesional, sobre todo en nuestro país, con obras en colecciones públicas, como las del Guggenheim o el Reina Sofía, y privadas. En una entrevista a El Cultural dice: “En realidad, una obra no quiere decir nada. Más bien hace decir, hace pensar, hace sentir.” Y es cierto, lo consigue, al entrar en la galería te surgen una serie de preguntas que buscan respuesta. La contestación aceptable solo puede salir de la relación entre tú y la obra. Un calendario con los 12 meses llenos de primeros de mayo festivos, día del trabajo intrabajable, ¿dedicamos nuestra vida a un “santo trabajo” que nos concede un día festivo? ¿Hay trabajos que te hacen sentir que todos los días son fiesta? Con el título Calendario de fiestas laborables nos hace pensar en el nombre de la muestra, trabajo absoluto, todo lo que hacemos es considerado como trabajo, nos supone un esfuerzo que tenemos que calcular y racionar para no agotarlo y conseguir algo productivo. Nuestra vida sería el trabajo absoluto. Desde que nacemos tenemos el deber de hacer cosas, objetivos vitales que todos tenemos que ir cumpliendo para que nuestra vida sea completa y productiva. Llorar, hablar, andar, ir a la guardería, ir a la escuela, aprender, formarnos, especializarnos y volvernos máquinas de trabajo. Erosis, nos lleva a la educación, donde los estudiantes se han transformado en tizas que se han desgastado de forma diferente ¿la edad? ¿Las acciones? ¿El conocimiento? En las paredes, pizarras saturadas de escritos ilegibles que se han mezclado hasta no distinguirse más que una masa blanca, recuerda a la exposición del Reina, ¿demasiado conocimiento? ¿Cómo escribimos sobre algo que está lleno? Educarnos supone tiempo, trabajar consume tiempo, todos estamos ordenados por el tiempo que se transforma en nuestro inalcanzable, algo a lo que aspiramos, algo así como un nuevo modelo de belleza imposible de conseguir. Un reloj invertido se convierte en la escultura sobre la base que nos prohíbe el contacto. Mientras sobre nosotros, luces amarillas que recuerdan a las ferias se mezclan con las nuevas serpentinas y guirnaldas festivas que nos rodean continuamente, las balizas amarillas y negras que llaman nuestra atención. ¿Atención al tiempo de trabajo? ¿Cómo distribuimos nuestro tiempo? ¿El tiempo es nuestra frontera, nuestro límite? Preguntas que abruman, como la capacidad de las obras de envolverte. Dentro de lo que él mismo llama “crisis de la representación” encontramos estas obras que inundan las salas. Escultura expandida, supone la invasión del espacio y en La fiesta como oficio además crea una especie de claustrofobia al incorporar la reproducción sonora de frases que ya habíamos leído bajo el 1 de mayo de Calendario de fiestas laborables.  Cogiendo cosas ya conocidas y fabricadas, tendiendo al ready-made duchampiano, las modifica, o re-crea, llevándonos a meditar sobre temas cotidianos con elementos “vulgares”. Otro elemento con el que trabaja Moraza es el lenguaje, “trato las palabras como si fueran trozos de piedra, maltratándolas” consiguiendo que obtengan un significado nuevo en relación a la obra que acompañan.  La palabra “trabajo” sustituye a grandes conceptos vitales, apropiándose de su espacio (la vida misma), en las frases que acompañan el ciclo natural del tiempo, el sol y la luna, en el calendario.