LA INESTABILIDAD DEL
SIGNO. Juan Luis Moraza. Galería Espacio Mínimo. Marta Souto Martín
La vida social y las
relaciones interpersonales que se inscriben en ella, entran en conflicto con la
vida íntima y el encuentro subconsciente con el yo lacaniano. Podría decirse
que en esta lucha por la supervivencia, nos vemos obligados a autoafirmarnos
constantemente en una negociación de nuestra propia subjetividad con el otro. Del
mismo modo, pertenecer a una cultura conlleva establecer un pacto con la ciudadanía,
que nos compromete a sacrificar parte de nuestra individualidad para garantizar
el bienestar común. Y mientras los individuos se diluyen en la crisis de
identidades de la era global, la cuestión del trabajo se expande-la noción de
“campo expandido” presente en Rosalind Krauss (La escultura en el campo expandido)-, y la oficina se
descentraliza-así como la relación objeto-referente en la obra
de Juan Luis Moraza-.
En la muestra se hace del
trabajo un espejismo de duplicidades, que se dilatan e invaden la noción de tiempo
libre, y se construye una sinonimia con el goce o la fiesta. En suma, con algo soportable. Además, la distancia que antes separaba la jornada
laboral del tiempo de ocio y descanso es hoy una línea indiscernible, y el oficio
una forma de estar en el mundo. Esta concepción
materialista del ser se manifiesta en trabajo
absoluto. A través de una apropiación consciente y reflexiva de ciertas
convenciones, en este caso desde una lógica marxista, el artista problematiza
la normatividad de la significación y da lugar a un encuentro abierto entre el
autor de elaboración-artista-, y el autor de interpretación-públicos-, que se
conectan con la experiencia de la obra en su presencialidad.
Asistimos, por tanto, a
una reflexión sobre el sistema de producción, tanto de capital
simbólico-conocimiento dado en las escuelas-, como de capital económico. En Erosis se evidencia la disfunción de la
herramienta ante la imposibilidad de ejecutar la acción: las erosiones de las
macro esculturas antropométricas nos hablan de una correlación entre la calidad
de la enseñanza, o su precariedad, y la profesionalidad de los futuros
trabajadores, que dejan atrás la etapa de aprendizaje y se centran en la cotización de sus vidas También los lienzos de pizarra emborronados nos invitan a pensar que
solamente desdibujando, desaprendiendo, podremos construir nuevas formas
relacionales y descifrar sus mensajes.
Suele
decirse que la educación es la base del desarrollo de los pueblos y el trabajo su
fuente de riqueza. Sin embargo, Moraza descodifica este tipo de aforismos y hace un
ensamblaje con la biopolítica foucaultiana. En alusión al texto de Jonathan
Crary, la jornada laboral es la representación de nuestra propia condición de
alienados-la posibilidad de estar las veinticuatro horas del día, durante toda
la semana, conectado a un dispositivo de control-. Paralelamente, en este conjunto de oposiciones, el calendario
académico imposibilita la libre determinación de los escolares, y la
acumulación de conocimiento se torna en un complejo escenario de repeticiones
mecánicas. La tiza se convierte en una metonimia de la clase, y las pizarras,
inalcanzables en lo alto, evidencian la crisis del sistema docente. El maestro
ya no enseña deleitando, como dijera Horacio, ni tampoco respeta el
principio de creatividad o autonomía del saber.
Vivimos en la brecha
sociológica de lo contemporáneo, donde el aprendizaje se muestra como una
actividad baldía sino conduce a la generación de nuevos perpetuadores del statu quo. La semiótica del trabajo es extensible a la noción del tiempo como ordenación de
nuestras edades-así como el tiempo que va a contrarreloj y retrocede sobre los
pasos andados-. Encuentro claustrofóbica la instalación de La fiesta como trabajo. Hay una dimensión mimética de la realidad
que nos atormenta en su devenir caótico-las cadenas que te prohíben el paso,
las balizas que te avisan de que hay peligro, las redes de lo rutinario-. Es evidente que la certeza no existe y ante esa hipocondría, solamente queda ordenar los días, aunque sea a jornada completa.
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