jueves, 3 de marzo de 2016

TRABAJO CON PREGUNTAS

Juan Luis Moraza, trabajo absoluto, Galería Espacio Mínimo (16 de enero – 5 de marzo 2016).

Lucía Cirujano Ruiz


Calendarios, tizas, pizarras, tiempo, sonido y barreras es lo que encontramos en trabajo absoluto. Son las obras de Juan Luis Moraza expuestas en las salas blancas de la Galería Espacio Mínimo, al lado del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía donde entre el 2014 y el 2015 se podía visitar república, exposición de este artista. Juan Luis Moraza es un escultor, escritor, comisario y profesor vasco con un gran recorrido profesional, sobre todo en nuestro país, con obras en colecciones públicas, como las del Guggenheim o el Reina Sofía, y privadas. En una entrevista a El Cultural dice: “En realidad, una obra no quiere decir nada. Más bien hace decir, hace pensar, hace sentir.” Y es cierto, lo consigue, al entrar en la galería te surgen una serie de preguntas que buscan respuesta. La contestación aceptable solo puede salir de la relación entre tú y la obra. Un calendario con los 12 meses llenos de primeros de mayo festivos, día del trabajo intrabajable, ¿dedicamos nuestra vida a un “santo trabajo” que nos concede un día festivo? ¿Hay trabajos que te hacen sentir que todos los días son fiesta? Con el título Calendario de fiestas laborables nos hace pensar en el nombre de la muestra, trabajo absoluto, todo lo que hacemos es considerado como trabajo, nos supone un esfuerzo que tenemos que calcular y racionar para no agotarlo y conseguir algo productivo. Nuestra vida sería el trabajo absoluto. Desde que nacemos tenemos el deber de hacer cosas, objetivos vitales que todos tenemos que ir cumpliendo para que nuestra vida sea completa y productiva. Llorar, hablar, andar, ir a la guardería, ir a la escuela, aprender, formarnos, especializarnos y volvernos máquinas de trabajo. Erosis, nos lleva a la educación, donde los estudiantes se han transformado en tizas que se han desgastado de forma diferente ¿la edad? ¿Las acciones? ¿El conocimiento? En las paredes, pizarras saturadas de escritos ilegibles que se han mezclado hasta no distinguirse más que una masa blanca, recuerda a la exposición del Reina, ¿demasiado conocimiento? ¿Cómo escribimos sobre algo que está lleno? Educarnos supone tiempo, trabajar consume tiempo, todos estamos ordenados por el tiempo que se transforma en nuestro inalcanzable, algo a lo que aspiramos, algo así como un nuevo modelo de belleza imposible de conseguir. Un reloj invertido se convierte en la escultura sobre la base que nos prohíbe el contacto. Mientras sobre nosotros, luces amarillas que recuerdan a las ferias se mezclan con las nuevas serpentinas y guirnaldas festivas que nos rodean continuamente, las balizas amarillas y negras que llaman nuestra atención. ¿Atención al tiempo de trabajo? ¿Cómo distribuimos nuestro tiempo? ¿El tiempo es nuestra frontera, nuestro límite? Preguntas que abruman, como la capacidad de las obras de envolverte. Dentro de lo que él mismo llama “crisis de la representación” encontramos estas obras que inundan las salas. Escultura expandida, supone la invasión del espacio y en La fiesta como oficio además crea una especie de claustrofobia al incorporar la reproducción sonora de frases que ya habíamos leído bajo el 1 de mayo de Calendario de fiestas laborables.  Cogiendo cosas ya conocidas y fabricadas, tendiendo al ready-made duchampiano, las modifica, o re-crea, llevándonos a meditar sobre temas cotidianos con elementos “vulgares”. Otro elemento con el que trabaja Moraza es el lenguaje, “trato las palabras como si fueran trozos de piedra, maltratándolas” consiguiendo que obtengan un significado nuevo en relación a la obra que acompañan.  La palabra “trabajo” sustituye a grandes conceptos vitales, apropiándose de su espacio (la vida misma), en las frases que acompañan el ciclo natural del tiempo, el sol y la luna, en el calendario.

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