Productos de la indefinición
Juan Luis Moraza, Galería Espacio
Mínimo, (16/01/2016 – 05/03/2016), Madrid
Esther Álvarez Herrero
La primera obra Calendario de fiestas laborables, está formada por dos piezas, un
calendario de taco en el que se puede leer la primera propuesta
crítica de la exposición: “El trabajo es una mera continuación de la política por
otros medios”; y la segunda, un despliegue de las 366 hojas que forman ese
taco. Se trataría de una alusión a este 2016 probablemente que es un año
bisiesto. En las consignas que muestran se pueden leer mensajes contundentes en
los que defiende que los límites entre trabajo y ocio están desdibujados en la sociedad actual. Para ello recurre a conceptos como el de “trabajo
absoluto” – que por otra parte es el título general de la exposición – que para
el: “es un trabajo forzado que se reconoce como ocio; y es un ocio forzado que se
reconoce como trabajo”. Usa otros términos como el trabajo total que resultaría
de la “totalización de los esfuerzos humanos y económicos, industriales y estratégicos,
sin que ninguna región, ningún grupo quede fuera de la factoría universal”.
Términos como rendimiento, industrialización, mercancía nos muestran bajo una
visión crítica que en el mundo actual el que no trabaja no es nadie, es una
persona, como dice Moraza, con una “existencia indigna”, y por ello nuestra
sociedad nos hace, de manera obligada, convertirnos en un “buen producto”,
atractivo para una empresa en el peor de los sentidos. Habla de sometimiento,
de normas establecidas y de falsas libertades que mueven un sistema social y productivo
totalmente controlado, en el que el trabajo se plantea como una servidumbre del
sistema. Somos buenos o malos productos, valiosos o deteriorados, innovadores o
anticuados, somos etiquetables por lo tanto, y esas etiquetas las tenemos tan
asumidas que son en la mayoría de los casos inconscientes y marcan nuestro
posicionamiento y nuestras dinámicas o rutinas, del mismo modo que nuestros
objetivos.
Además, no sólo relaciona el
tiempo de trabajo y el tiempo del ocio, sino que alude más concretamente al
tiempo de descanso, a la improductividad de no tener oficio o del placer de
decidir no hacer nada. Y, aunque opuestos, Moraza cree que el tiempo que se
dedica a cada “actividad” se desdibuja en la actualidad: “A veces el trabajo
está tan cerca del descanso, que muchas veces se descansa trabajando, y otras
se trabaja descansando”. No existen límites, aunque la conclusión final sería
que, en una era, como la nuestra, de la productividad, el trabajo ocupa, sino
nuestro tiempo, si nuestra mente durante todas las horas del día y probablemente
durante toda nuestra vida, pues como decía Moraza, nosotros somos el producto.
Todas estas consignas, a las que
nos acercamos de manera visual las volvemos a encontrar, esta vez a través de una
instalación, repetidas por personas anónimas en la Fiesta como oficio. Un reloj cuyas flechas giran yendo hacia atrás en el tiempo, es planteado como una pira, como nos
dicen en la información de la galería, en la que “la vida entera se consume y
es consumida”. Nos remite a una pira de fuego, un poco encajonada, alrededor de la cual reunirse para formar parte de algo mayor, que nos afecta a todos. Estos dos trabajos, dentro de la exposición, se complementan
realmente bien y su comprensión es muy clara. No lo son tanto Erosis que relaciona el desgaste de sus
figuras con la fricción que supone el ser y el existir; y Nofondos en la que parece que esas figuras han sido utilizadas para
dibujar sin aparente patrón los paneles realizados en pizarra negra. Es “la
lógica del signo”, la lógica de una vez que no sabemos qué decir o cómo decir,
lo mejor es borrar pues de ese gesto y su resultado quizá podamos aprender más.
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