jueves, 3 de marzo de 2016

UN ERGÓMANO OCIOSO


"Trabajo absoluto", Galería Espacio Mínimo
16 de Enero - 5 de Marzo

P.Victoria García Rodríguez



Tic, tac, tic, tac. Éste sonido repetitivo impulsa una vida frenética, agobiando y trastornando a los habitantes de la gran ciudad, y en extensión a todos los seres humanos. Desde Salvador Dalí hasta Ingmar Bergman en Fresas Salvajes, se recupera el reloj en las obras como signo de amenaza, , de cierto impulso obsesivo de un progreso sin regreso. La mirada es imprescindible para ser conscientes del paso del tiempo, si uno no mira el reloj, las horas pasan volando y no entramos en acción,  en esa inercia rutinal de la vida, en el más puro aburrimiento. Todas las obras del reconocido escultor vasco Juan Luis Moraza son recogidas en la exposición “Trabajo Absoluto” de la Galería Espacio Mínimo, hablan de conceptos complejos, quizás de temas olvidados en esta sociedad capitalista. Cada día es distinto del anterior, pero alberga todos los símbolos y detalles que el que le precedió de tal forma que no deja lugar al tiempo contemplativo. Igual por eso está un poco en desuso el paisaje en esta sociedad modernizada. Hay un deseo poder tenerlo todo, de una vida mejor, que manipulado a través de un sistema capitalista y sus diferentes medios de producción se va transformando en un deseo de trabajar para tener. De ahí que las sociedades más avanzadas industrial y tecnológicamente hablando, sean adictos al trabajo como si éste fuese una droga que otorga placer, un placer que se consigue a través del desgaste del cuerpo. A través de la repetición de acciones ocupamos tiempo “útil” y el resto de ese tiempo lo dedicamos a las actividades de ocio, vistas ya como una clara pérdida de tiempo. 
Moraza es un escultor de taller, en ese espacio sólo está él, como hombre, y un deseo irrefrenable de hacer y de ser. Tras numerosas exposiciones, entre ellas la destacable república en el Museo Reina Sofía, ha logrado posicionarse como artista conceptual, yo diría que mitólogo, que a través de la puesta en valor objetos artísticos cotidianos como herramientas, calendarios...altera las cualidades de la propia condición humana. 

Como profesor universitario, no faltan las enormes pizarras de la sala que recoge “Nofondos”, de fondo negro con garabatos blancos, tomando éstos la forma de una escultura tridimensional surgida de la pulsión del desgaste, valorar la mano del artista en cuanto a creador de dimensiones, con esas estelas de yeso simulando tizas,  y también de relaciones ausentes. Ésta muestra en concreto, y en general, todas las exposiciones dejan ver a un artista moral y ético, comprometido y político también, pero quizás demasiado políticamente correcto. El gran “Calendario de fiestas laborales”, toda una recopilación de frases contundentes, unas más lapidarias y otras con un tono más satírico. Veo en Moraza una tendencia a enseñar, totalmente legítima y sin intención de adoctrinamiento; sin embargo en esta pequeña exposición me falta algo más visceral, más potente...quizá se haya dejado llevar mucho por sus orígenes racionalistas vascos. Aún así una obra deja claro el mensaje: el tiempo corre, se consume  en “La fiesta como oficio” y lo único que has hecho es hacer.

El resultado final de todo un proceso de elaboración tanto a lo que alude el artista, como en el que ha realizado él desde el taller, es una muestra o una huella, un documento gráfico o una prueba megalítica de tu esfuerzo por encontrarte a tí mismo y a la vez desvelar pulsiones instintivas inherentes al ser humano. El objetivo es revelar el vínculo entre el sujeto y el objeto, surgido del deseo de hacer, diría que de un deseo de materializar algo interno, curando así la herida. 

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