jueves, 3 de marzo de 2016



WORKAHOLISM

Trabajo absoluto. Juan Luís Moraza. Galería Espacio Mínimo. C/Doctor Fourquet. 16/ene/2016 - 05/mar/2016

MOGARRA CERVERA, Juan Antonio.

Espacio mínimo frente a tiempo máximo, es lo que se encuentra el visitante al enfrentarse a la muestra de Moraza. Arte conceptual de -corte social- en donde el receptor se siente desbordado, saturado de información, y donde ya no se distingue la figura del fondo. El artista ha tomado –para su trabajo absoluto- referencias donde confluyen teorías político-económicas, así como antropomórficas y psicopatológicas.

Esta Fiesta alude a una conmemoración funeraria encubierta por la desmemoria. La amplitud de la información desplegada –a través de los aforismos- traslada al sujeto todo un compendio de creencias, valores y sortilegios acerca del trabajo que se despliegan ante él. En el mismo calendario se yuxtapone información sobre el día, información astrognómica y astrológica. En una sola hoja un compendio de la identidad del sujeto en un día concreto; el trabajo (el de cada cual) y cómo lo define y le define, su duración y cómo puede influir en su temperamento la posición estelar. Ni siquiera disponer de un día más implica una libranza.

Este tiempo de asuntos propios es un tiempo que nunca llega, que se resta a un futuro imposible mediante un presente que no deja de retroceder pero, a su vez, se encuentra estancado y bunkerizado. El individuo-trabajador es consumido a través del reloj que avanza hacía el 0 absoluto. Ese sujeto simulado a través del reloj (con sus latidos) se encuentra atravesado de las señales de precaución ¡peligro por obras! El mismo es una obra que avanza inexorable hacía su autodestrucción. El trabajo nos envuelve en esa noción ibérica de la obra, de la construcción, pero también de la tragedia, del peligro sobre algo a medio derrumbar, la proximidad inminente de la catástrofe.
El trabajo es lo que nos constituye y destruye, como esa bomba de relojería en el sótano que con su tic tac, anuncia la cuenta atrás; de la sirena de la obra, del fin de la vida laboral, del fin de una parte de la identidad del sujeto o de su propia vida como tal fue. Ante esta perspectiva algunos han optado por el desgaste onanista del trabajo convertido en pura adicción. El tamaño desmesurado de los erosis, clara connotación sexual surrealista, alude, por otro lado, a la ruina del cuerpo a lo largo de la vida. Desde las (p)enérgicas y afiladas juventudes hasta el taco desgastado de la senectud. También y, en relación con uno de los aforismos de la fiesta del trabajo, si compartimos la afirmación de que …el trabajo es la cocaína del pueblo, en esa erosión pituitaria, vemos la depresión del ánimo cuando abrimos y no queda más que plástico tenido de polvo. Aún así algunos en esa erosis nasal-mental chuparán compulsivamente en busca de los últimos resquicios de placer.
Complemento del anterior, el goce del trabajo puede llevar en su propia erosión o barroquismo por fricción autocomplaciente, dando como resultado un borrado del signo en el palimpse(x)to por una hipertrofia de la recurrencia de semiosis. Nos encontramos ante el “bloc mágico”, enlazado con la pulsión de la destrucción creativa.
Condenados a la conectividad perpetua del ser humano, que hace estar disponible en todo momento, el homo ludens se transforma en eslabón entre el capital que obtenemos con nuestro esfuerzo y la consumición del mismo. Como decía Guattari el sujeto no es sólo un mueble extraño, es también algo conectado permanentemente, un avatar maquínico, una ficha más en el trueque general de bits. Los piratas de Silicon Valley no sólo nos han robado la cartera, también el reloj y nos encontramos atrapados en la repetición perpetua del día de la marmota; I`ve you babe.

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