jueves, 25 de febrero de 2016

GRIS MUDO E INMÓVIL

Juan Muñoz,  Muestra individualGalería Elvira González, del 20 de Enero al 30 de Marzo de 2016.

Rubén Ustero Pardos

Entrar en la galería supone entrar en escena. Me invade la sensación de llegar a un lugar en el que algo incómodo sucede, hay gente por aquí, esculturas que no van a ninguna parte, no tienen pies, otras están colgadas. Miradas vacías, risas sordas. No me esperaban, pero aquí estoy.

Siento la necesidad de girar al rededor de esas figuras bajitas, saber qué secretos esconden, pero me doy cuenta de que permanezco estático. Me da miedo que se rían de mi.

En esto consiste esta experiencia vital e introspectiva que resulta la exposición de Juan Muñoz, la primera sobre este artista en la galería Elvira González, que recoge una selección de esculturas pertenecientes a su periodo de madurez y una serie de pinturas y grabados realizados mediante las técnicas de la manera negra y la aguatinta.

En ella encontramos lo irreal y lo tangible dialogando dentro de los espacios que Muñoz crea. La teatralidad se respira con unas solitarias figuras que en silencio nos hablan de la tragicomedia de la vida. De hecho, el propio Muñoz decía: “Me gustaría que el espectador pudiera entrar en la obra de arte como un actor entra en su propia escena… Me gustaría que quien acude a una exposición, ya sea en un museo o en una galería, se comportara como lo haría un actor, un actor inmóvil”.

Un espejo da cuenta de mi presencia y constato la dilución de mi papel como espectador. Soy parte integrante de la obra. La frontera entre el espectador y el creador, y entre la escultura y otras manifestaciones próximas como la instalación, se difumina. Yo mismo me vuelvo gris y estático para volverme universal, mientras me pienso como individuo.

En mi reflejo me veo inmerso en profundas cavilaciones acompañado de estas presencias que me invitan a mirar hacia mi interior. Las figuras reflejan la soledad de la existencia humana, personajes monocromos que se encuentran aislados en su mundo interior, ensimismados. Tan sólo la histriónica risa parece dotarles de cierta vida pero no es más que una risa macabra que confiere un halo siniestro a las figuras e incomoda a quien las observa. ¿Qué les sucede? ¿Cómo se ve el mundo desde ahí arriba? ¿Qué les hace tanta gracia? Parece que Juan Muñoz no quiere darnos las respuestas y muestra cierta ambigüedad abriendo su obra a diversas interpretaciones.

Interiores son también los espacios representados en los grabados que completan la muestra trasladándonos al mundo del artista. Estancias oscuras, muebles inertes, lugares domésticos y a la vez –o quizás por ello– inquietantes, que funcionan perfectamente con el resto de la obra expuesta. Espacio, forma y tiempo, esa es la manera de entender el arte de Juan Muñoz.

Juan Muñoz genera, a través de su personal lenguaje, un corpus de una excepcional narratividad con referencias múltiples a la historia de la cultura occidental. Las bases conceptuales de la obra de Juan Muñoz son la literatura y el cine, la música y la perspectiva y la percepción principalmente. Artísticamente sus principales influencias fueron el Minimalismo americano, el Conceptualismo y el Arte Povera. Estaba muy influenciado por la historia de la diosa Azteca Coatlique y tenía grandes conocimientos de la historia del arte.

El talento de Muñoz es crear unas esculturas que no son objetos aislados sino que se integran en el espacio, que dialogan entre ellas y que, sobre todo, incluyen a quien las mira en la función. Un artista vanguardista que revolucionó la escultura y el arte contemporáneo en general.

Desolación plasmada entre muros


Juan Muñoz en la Galería Elvira González,
desde el 20 de enero hasta el 30 Marzo 2016, Madrid.

Nada más entrar en la galería Elvira Gonzalez el silencio te envuelve y la obra de Juan Muñoz te hace pararte en seco. Son poquitas obras las cuales hacen que te invada un amplio abanico de sensaciones. La confusión es la primera que te invade propiciada por la primera obra que nada más entrar casi te chocas con ella, dos personajes ultra sonrientes te reciben reflejadas ante un espejo en el cual, mientras las contemplas también te reflejas y te ves dentro de la obra. ¿Que es esto? ¿Que significa esto aquí?. Uno de los puntos fuertes de la forma expositiva que permite Juan Muñoz, por lo que he podido indagar es la posibilidad de la libre movilidad entorno a sus obras, puedes rodearlas sin problema y analizarlas. Se marchó muy pronto a Londres donde realizó sus estudios, trabajando con artistas de gran renombre y hasta llegando a hacer un proyecto expositivo de la mano de Carmen Giménez. El cúlmen de su arte propiciado por su temprana muerte en 2001 fue una exposición en la Tate Modern lo cual lo encumbró como escultor ha revalorizado sus obras, dos de las cuales faltan por que estarán expuestas en Arco según nos informó una de las galeristas. 
Una de las características mas especiales de Muñoz es que te hace participe de la obra en cierta manera aproximando su obra a la cercanía del recorrido y la facilidad de la aproximación con las piezas ¿Realmente estamos en el mundo de Muñoz o lo contemplamos como espectadores externos? Esta pregunta nos plantea gran confusión porque en el caso de la galería Elvira Gonzalez no tenemos ninguna proximidad con el autor sino llevamos la lección aprendida o si cuando salimos de la galería indagamos en el autor. Volvemos a uno de los grandes problemas del arte contemporáneo en el cual vuelven a exponernos conceptos de los cuales sino tenemos una explicación salimos bastante confusos. Ya fuera de la galería y haciendo trabajo de campo descubrimos que Muñoz es un artista excepcional pero según esta expuesto en esta galería es muy difícil salir con una idea bien formada de este gracias a la desinformación con la cual se nos presenta . ¿Quizás es que sus obras no necesitan una explicación?
Volvemos a girar en ese punto de las obsesiones que permiten materializar una obra contemporánea en la cual igual que los primeros prehistóricos, el ser humano ha volcado sus obsesiones y sus sentimientos mas primarios en soportes y creo que en cierta manera Muñoz hace lo mismo, vuelca esas pulsiones de voayeur o los sentimientos de desolación en sus obras en las cuales en cierta manera nos vemos retradados. Una de las cosas mas inquietantes son sus pinturas sobre fondo negro, una chimenea y un sillón, realmente fabulosas.En la manera en que nos es presentado el artista parece volcar todo su ser en estas obras descubiendonos esas obsesiones y aunque tengamos poca información es con lo que finalmente nos quedamos. 
Cuando sales de la galería, sales deshubicado sin saber muy bien por donde empezar, pero finalmente y después de hacer un estudio del artista te das cuenta de que son obras realmente excepcionales y que logran que quieras informarte sobre Muñoz, una vez que abandonas la sala de exposiciones. 
Para finalizar resaltar la especialización y el interés de Juan Muñoz por la musealización adaptando su obra a ello y resaltar su sublimidad a la hora de exponer y componer conceptos. 


REFLEJO INTERACTIVO: SÍ O SÍ
Juan Muñoz, Galería Elvira González (20 enero – 30 marzo 2016)
Andrea Sanz Sáez
El uso de piezas figurativas y realistas por parte de Juan Muñoz en un momento en el que impera en la escena artística lo prácticamente opuesto, y más aún a través de un formato como es la escultura, que en su caso se aleja de toda monumentalidad posible, es ante todo arriesgado. Un riesgo que Muñoz tomó desde sus inicios perseguido por sus obsesiones, retomando la figura humana en la escultura contemporánea y que lo han llevado a la primera línea del panorama artístico actual. A pesar de esta figuración y realismo, sus obras no se despegan de la contemporaneidad, reflexionan, narran, muestran, critican; no se quedan en lo técnico o estético que también las acompañan, sino que el diálogo que generan tanto interno como con el espectador es el salto fundamental en la creación del artista.
A pesar de trabajar otras disciplinas, como se ve en la muestra de Elvira González, tales como la pintura, el grabado o la fotografía, la escultura es lo más sobresaliente tanto en la exposición de la galería como en toda su carrera artística. El juego de las figuras con el espacio y su ocupación en el mismo aluden a sus breves estudios de Arquitectura; la relación que entre ellas mismas se genera se da a través de la (no)conversación en un coloquio mudo o de la gran carcajada irremediablemente contagiosa que instan al oyente-observador a entrometerse, de este modo introduce también al espectador en ese mecanismo multidireccional de relaciones entre la obra consigo misma y con el voyeur allí presente. Esa interpelación con el espectador es igualmente visible en su amigo de profesión Richard Serra, el cual a través de la escultura en abstracto o minimalista y con una escala mucho mayor, altera el entorno y cambia la identidad del espacio obligando, del mismo modo que Muñoz con el uso de los espejos, a olvidar su rol pasivo e interactuar con la obra. 
De manera individual, las figuras de los personajes chinos de la obra Sin título recordarían a la escena final de Tokio Monogatari, donde en una situación que roza lo dscabellado, el papel que interpreta Chishu Ryu y su vecina no dejan de sonreír durante la conversación sobre el fallecimiento de la esposa de éste, muy a su pesar y de manera obligada, al igual que parece forzar uno a otro en la obra de Muñoz. Sin embargo, visto en conjunto, la repetición del mismo modelo oriental en las esculturas sugiere un llamamiento a la masa, una identificación por parte de cualquiera con la obra y su inserción en la misma. Lo mismo ocurriría con One laughing at the Other, donde por la actitud cómplice de las dos figuras queda claro el entendimiento entre ambas, sin embargo, el elemento narrativo que emite una de ellas no llega hasta la otra, mostrando un poso de incomunicación o falta de comprensión. Esta misma obra, junto a Balcón con figura de un chino, apunta a los inicios de Juan Muñoz con la creación de balcones y barandillas, tanto por la situación de la obra en el espacio (por encima del nivel lógico visual y pegadas a la pared), como por la introducción del elemento del balcón en la obra del 91. La obra más destacada por su fuerza propia y autonomía es Two figures, one laughing at one hanging, que consigue lo que en palabras del propio Juan Muñoz pretendía lograr con sus obras: “Creo que en las obras de arte más logradas, las piezas existen sin ti. Siempre he tenido la sensación de que una pieza debe funcionar incluso cuando no haya nadie”. 

ENTRE NEGRO Y BLANCO, GRIS

ENTRE NEGRO Y BLANCO, GRIS
Juan Muñoz,Galería Elvira González,20 de Enero-30 de Marzo
Jaime Perlado Domínguez-Palacios

La galería Elvira González acoge una selección de obras del artista madrileño de su época noventera. En ella podemos ver esculturas, pinturas y grabados basados todos ellos en un tema común: lo estable, lo inestable y la tensión que surje entre ambos conceptos. Lo estable se puede ver en la quietud de una habitación: un cuadro, una mesa y un colchón, todos ellos, elementos inertes son. También se puede ver en la risa de las figuras emparejadas; esta sugiere comunicación y por tanto bienestar y estabilidad. Lo inestable lo podemos ver en los grabados de escaleras en forma de caracol,en los pies cortados y en las manos de las esculturas, en las sillas y el balcon elevado.

Y por último, la tensión existente entre ambos conceptos. Esta la podemos ver en la obra de las figuras sedentes riéndose, en la que la risa (comunicación, estabilidad), contrasta con la inestabilidad de su situación física (sillas en el aire). O también en los tres cuadros de tiza sobre tela negra,en los que podemos ver un elemento estable (sillón o chimenea) que contrasta con la inestabilidad de una silla en equilibrio o una lámpara cayéndose. Por último destacar una obra, la escultura que se encuentra sola en una sala. En esta podemos ver como una de las manos de la figura es cogida por su otra mano ya separada del brazo. Esto habla de la tensión existente entre la vida y la muerte. El conjunto de obras está hecha en tonos negros, blancos y grises. Lo que sugiere la oposición negro/blanco, estable/inestable y el gris como síntesis.

PUERTAS AL CAMPO

PUERTAS AL CAMPO. Juan Muñoz. Galería Elvira González. Marta Souto Martín

Al contrario de Octavio Paz, que decidió que el campo estaba mejor sin puertas, la Galería Elvira González, parapetada en su torre de marfil, no deja de ser un coto privado del arte con aires de sofisticación algo progres que no siempre acierta. En este caso, la muestra desactiva el potencial escenográfico de la obra de Juan Muñoz, que pierde su razón de ser en una miscelánea sin sentido-de hecho, en cuanto hay más de tres personas rondando las salas aquello parece el zoco de Marrakech-. De manera que la sucesión de cubos blancos inconexos unos de otros termina por comprimir un relato que, lejos de emocionar, se estanca entre los muros del recinto. 

Encuentro que hay un error de base en la formulación de la monográfica: se deja de lado la importancia de lo diáfano en la exposición de este tipo de obras, donde las artes escénicas juegan un papel conceptual muy relevante. El hecho de que no se haya concebido en relación a un contexto de espacios amplios, hace que la experiencia estética del espectador no devenga libremente en un encuentro místico consigo mismo, y con su soledad, ni la ensoñación de interactuar con las presencias que gravitan se escenifique correctamente. En mi opinión, hacen falta más metros cuadrados para captar en una sola toma panorámica toda la fuerza expresiva de los grupos escultóricos, de apariencia cristalina, y elevar a la máxima potencia el poder comunicacional de sus formas, de texturas ambivalentes, en un diálogo gestualmente codificado.

Por otra parte, el ensimismamiento de estos cuerpos, suspendidos en un instante profundamente dramático, y la materialización de una concepción metafísica de la vida que se repliega sobre sí misma, traduce el carácter introspectivo del artista que, a su vez, se refleja en la práctica artística y en su tendencia natural a desaparecer. Encuentro inconexa la complejidad del discurso visual, muy próximo a lo literario y que nos plantea el debate del continuo espacio-tiempo, y la simplicidad del montaje que ofrece la muestra. Diría que faltan recovecos por donde entrar y salir de escena, subterfugios donde poder toparse con presencias inesperadas y escaleras que contrapongan dos niveles constructivos, en una retórica de la arquitectura del espacio, así como de lo terrenal en contraposición a lo etéreo. 

Es de relieve la importancia de la mirada, de la acción de observar a las figuras y de que estas nos observen, lo cual choca con el inquietante desequilibrio de los elementos que componen la visita, inestabilidad que nos remite a la idea de sospechar del ojo como paradigma de la razón. El realismo mágico también está llamado a participar del encuentro por medio de una serie de juegos aleatorios, donde las analogías binarias sustentan todo el entramado de discursos y nos obligan a tomar partido frente al mundo ¿Cuál es nuestro papel: el de participantes activos o el de voyeuristas

Esta pregunta incómoda se resuelve en una cuestión determinante. En la obra de Muñoz, ¿estamos llamados a formar parte de la teatralización o, por el contrario, se nos relega a un segundo plano, detrás del espejo? Es interesante la dicotomía que se establece entre los personajes descontextualizados, sin ambientación, y los espacios inhabitados de los cuadros. Así mismo, es fascinante cómo la comunicación destaca por su presencia o ausencia. Sin olvidar la soledad del individuo que se ríe de la ironía de la vida, de verse maniatado o acompañado solamente por su sombra arrojada, o a aquel otro sujeto que pareciera querer romper esa coraza de terracota que le oprime y lanzarse a volar. En definitiva, ¿cuántas dosis de realidad caben en un buen chiste? Y, lo que es más importante, ¿Juan Muñoz tiene alguna gracia?

Juan Muñoz (90.2000)


JUAN MUÑOZ, Galería Elvira González. Madrid, 2016.

                             David Aranda


NOTA PARA  galería ELVIRA GONZÁLEZ

¿Qué es el aire acondicionado? El acondicionamiento del aire es hoy el mejor método para controlar la temperatura de un hogar, oficina, área industrial o galería. Consiste en enfriar o calentar, limpiar y hacer circular el aire controladamente, según las exigencias del espacio climatizado. Las características del aire que se controlan simultáneamente son: temperatura, humedad, pureza y distribución uniforme en el recinto.
¿Cómo funciona el proceso? Para reducir o mantener la temperatura de un ambiente por debajo de la temperatura del entorno se debe extraer calor del espacio y transferirlo a otro cuerpo cuya temperatura sea inferior a la del espacio refrigerado (o viceversa si lo que se desea es una atmósfera cálida). El ciclo de refrigeración simple es el principio fundamental de ingeniería que rige todos los sistemas de aire acondicionado. 
El alma del proceso es una sustancia refrigerante que viaja por un circuito con dos puntos de intercambio de temperatura, uno al interior del espacio y otro en el exterior. En el punto de intercambio interior (evaporador), el refrigerante captura el calor del recinto a climatizar y lo conduce hasta el segundo punto de intercambio exterior (condensador), donde es liberado.
El refrigerante comienza el ciclo en un estado o condición inicial, pasa por una serie de procesos según una secuencia definitiva y vuelve a su condición inicial. A este proceso completo se le denomina: Ciclo de Refrigeración.
¿Qué ocurre en el ser “humano” cuando se expone durante un cierto tiempo en ambientes cerrados con una alta presión ocasionada por un exceso de calor? Una temperatura ambiental excesiva junto con una humedad ambiental escasa y un trabajo que implique un esfuerzo elevado (como pueda ser el acto y ejercicio del pensamiento y la observación detallada) puede causar diferentes trastornos sistémicos y alteraciones cutáneas.
Los calambres por calor, el agotamiento por calor y el golpe de calor son los trastornos que desde el punto de vista clínico tienen más relevancia.

Juan Muñoz 

Sensibilidad, honestidad, “menos es mas”, lo justo y necesario, sin sobrecargos, con “mono y cromo” y ante todo, con una clara intención de soledad, una soledad que se traduce como la auténtica y la más plena felicidad. 
Con estas palabras se definen las obras presentadas por el maestro de la escultura contemporánea Juan Muñoz en la “galería” Elvira González. Un conjunto de esculturas, grabados y pinturas  cuya presencia en el espacio-tiempo irradian (cual rayos de sol en pleno julio) una notoria doble lectura que es lanzada como una flecha hacia la mente del ser “humano” allí presente (una lectura dada unicamente para aquellos seres “humanos” cuya sensibilidad y capacidad de observación no sea menor de una puntuación de 7 ,6 puntos en la “Escala de Arandanos”). 
En la cara A de esta doble lectura se sitúan aquellos aspectos que para la humanidad han sido reconocidos a lo largo de toda la historia como negativos, tales como, el sentimiento de soledad (Raincoat Drawing IV), hermetismo (Balcón con figura de un chino), miedo (Sin título), suicidio (Two figures one laughing at one hanging), autismo, esquizofrenia (One Laughing at the Other) y demencia.

En la cara B, por el contrario, se sitúa la sonrisa (mostrada practicamente por todas las obras escultóricas de Muñoz) y es que, la expresión de sonreír ha sido generalmente asociada al significado de placer y de armonía, pero no hay que olvidarse nunca del sarcasmo. En esta cara B sobre la doble lectura de la exposición de Muñoz, la sonrisa de los hombres esculpidos en bronce y resina de poliéster, es, necesariamente y hoy más que nunca, una sonrisa sincera y placentera.

NO VOLVERÁN A SER JÓVENES


NO VOLVERÁN A SER JÓVENES

Juan Muñoz, Galería Elvira González, c/ General Castaños, 3. (20/ 01/ 2016- 30/ 03/ 2016)

Jorge Belloso Miranda



Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde, sentencia Jaime Gil de Biedma en No volveré a ser joven. Sentencia, no obstante, que parece pasar desapercibida, al menos para los dos chinos de resina de poliéster (Sin título, 2001), que se burlan sin saber muy bien de qué (como por otro lado son siempre las burlas de juventud), en una actitud más que infantil señalándose el gesto frente a un espejo. Burla a la que asiste desde el palco principal, en lugar privilegiado, el chino que se eleva sobre nosotros (Balcón con figura de un chino, 1991), sólido, pero que parece a pesar de ello, gravitar; dejando con ello, el consecuente destrozo generalizado en la sala, el cual representan las obras de sillas inestables y lámpara que cojea, que contrasta esta última a pesar de todo, con el sofá abandonado que la acompaña. Y parecen proclamar en este descalabro, en el diálogo que sostienen las figuras mencionadas, en el espacio que comparten, que claro, que ¡cómo no!, que como todos los jóvenes, yo [ellos] vine [vinieron] a llevarme [llevarse] la vida por delante.

Dejar huella quería antes de salir de esta habitación (a la derecha de la entrada de la Galería Elvira González), es lo que parece insinuar la figura ciertamente haraposa impregnada de una especial pátina gris (Walking with a Glove, 2001), antes de despedirse y marcharme [se] entre aplausos, en concreto hacia la siguiente sala (la que se encuentra a la izquierda tras la entrada a la galería), pues ahí lo esperan dos personajes sentados (One Laughing at the Other, 2000), que a la altura de la película ya saben que: envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Y no obstante, a pesar de todo, de llegar al fin de la película, de la partida, de la trama o de la vida, sonríen; como se suele decir, como vacas indúes, sin más verdad que la de saber -y quizá sea por eso-, que:

ha pasado el tiempo

y la verdad desagradable asoma:

envejecer, morir,

es el único argumento de la obra.


De la obra y también quizá de la exposición, pues cuando acabas de ver las obras que acogen las salas de la galería, y de burlarte del sinsentido y tomarle el pelo como a chinos a las mismas; queda la duda y reflexión de saber quién se la jugó a quién. Y creo que Juan Muñoz en cierta forma, también plantea eso en su obra, de que la vida va en serio, pero también nos la podemos tomar a broma, llevándonos todo por delante, esperando a envjecer y morir, y hastiarse, como parece que espera ese sofá abandonado por todos y que nos da la sensación que en cualquier momento acabará siendo abandonado por su última compañera, la lámpara que se inclina y se apaga sin dejar huella, sin aplausos, ocultando -apagándose la última luz-, las verdaderas dimensiones del teatro.

Destacan en este sentido, dos pequeñas obras, que parecen pasar desapercibidas durante toda la muestra (Sin título, 1998), que son no obstante, las que nos sobreviven y nos despiden -el sentido descendente de las mismas lo revela-, dejándonos ir, como no puede ser de otra manera, sin dejar tras nosotros ningún rastro de huellas.

BLANCO Y NEGRO


Juan Muñoz, Galería Elvira González (20 de enero – 30 de marzo, 2016)

Lucía Cirujano Ruiz


 “Hay 2 únicas cosas imposibles de representar: el presente y la muerte. La única manera de llegar a ellas es por ausencia.” Contundente frase de Juan Muñoz, artista madrileño que estudió en Madrid, Reino Unido y Nueva York, donde conoce a Richard Serra. Enamorado de Londres, que trabajó combinando diferentes disciplinas artísticas, culminó su carrera profesional y vital con la gran exposición Double Bind en la exuberante Sala de Turbinas de la Tate Modern en el 2001, una de las mejores exposiciones que ha tenido el lugar, dice Carmen Giménez. Ahora algunas de sus obras se encuentran en la blanca e impoluta Galería Elvira González, convertida prácticamente en una película en blanco y negro atemporal cargada de un ambiente perturbador y de cierto terror. Son tres salas, la primera coincide con el lugar de trabajo de galeristas y personal, así que se respira y escucha la tensión previa al gran acontecimiento del año para las galerías, ARCO. Como el tío Albert y Bert cuando flotan en sus sillas de la risa, encontramos dos personajes mucho más inquietantes que los protagonistas de la escena en el film Mary Poppins. Dos individuos (One laughing at the Other, 2000) algo encogidos de tamaño se encuentran supraterrenos en un mundo paralelo al que no podemos acceder ni con el que podemos interaccionar. Una situación completamente ajena a nosotros que estamos anclados al suelo de lo real, ellos se ríen, carcajadas sordas, instante capturado, eterno, mientras uno sostiene una fila de hombres unidos y rígidos de bronce que tratan de comunicar algo que tampoco tiene sentido. En contraposición a estas personas sin espacio encontramos espacios sin personas. Todo en esta muestra son lugares o personajes inaccesibles e inquietantes, con un lenguaje incomprensible que te deja al margen de lo que ocurre (que no sabes qué es) dentro de cierto ambiente minimal o con alguna reminiscencia de las irrealidades confusas de Escher. Escaleras, cuadrículas, complicaciones en las perspectivas. Somos intrusos y meros espectadores de una realidad muchas veces vacía, aunque estemos rodeados de gente, descontextualizada, hipertrofiada e inestable. Juan Muñoz nos convierte en agentes externos en los espacios que crea, sentimos la ausencia, somos espectros dentro de un mundo paralelo o estamos rodeados de espectros en nuestra complicada y difusa realidad. En Sin título del 2001, nos encontramos a nosotros mismos, minoría, acompañando a dos chinos muertos de la risa, enmarcados todos (el espectador incluido) por un marco de madera que sostiene un espejo, ficción. Somos la alteridad de la composición, un otro radical a los chinos grises, iguales entre ellos, pequeños, hundidos en el suelo, cómplices. Soledad. Todos somos chinos y chinos somos todos. A parte de sus inquietantes esculturas hechas con resina de poliéster pintada más o menos con grandes matices de grises, vemos como vuelve la mirada a un mundo arcaico en la obra Balcón con figura de un chino que nos transporta a los Guerreros de Xian. El chino nos contempla impasible, con los sentidos inactivos, pasmado ante lo que sucede bajo él. Terracota y hierro, blando y duro, blanco y negro, contrastes, dentro y fuera. En esta caja blanca y sin apenas colores nos vemos colocadas en un no-espacio rodeadas de extraños, que en realidad somos nosotras mismas. Pero eso sí, esto es una galería donde podemos comprar lo que vemos, aunque una trabajadora nos comenta que es muy raro encontrar a Juan Muñoz en una galería, pues su obra tiene precio de museo. ¿Qué nos quiere decir con esta afirmación? Las interlocutoras éramos tres estudiantes de historia del arte que acudimos cuaderno en mano para conversar con las obras expuestas. 

LA DIFICULTAD EN LA COMUNICACIÓN




LA DIFICULTAD EN LA COMUNICACIÓN
Juan Muñoz, galería Elvira González.
Beatriz Lalanda
Desde el  20 de enero hasta el  30 de Marzo se expone en la Galería Elvira González la exposición,  Juan Muñoz. Una exposición dedicada al artista español, enfocada en la muestra de las obras que realizó en su último período de vida. La relevancia de la exposición se debe a que fue uno de los escultores españoles más consagrados internacionalmente y menos expuesto a nivel nacional. Por lo que algunas de las obras expuestas  se muestran por primera vez al público español.
La exposición la forman obras escultóricas, hechas con resina de poliéster y bronce, pinturas y grabados. Las figuras escultóricas son las obras que más llaman la atención de la exposición, su materialidad y monocroma es inquietante, pero la expresividad de los hombres esculpidos aún más. Sonrisas perturbadoras, facciones exóticas y el tamaño de las obras caracterizan a estas figuras.
En la exposición se encuentra la última obra que el artista madrileño creó, se trata de un conjunto escultórico que representa a un hombre que rodea con sus bazos por la espalda a otro, mientras  se miran al espejo con una amplia sonrisa. El introducir el espejo en la obra es algo común en el artista, lo que produce una mayor expresividad en  la pieza. El verla reflejada en el espejo trasmite en ella  una visión edulcorada, la cual no tienes cuando la ves de espaldas. Pero además el espejo juega otra función, hace al espectador formar parte de la obra de arte, pues es difícil verla en su plenitud sin reflejarse en la obra, siendo durante unos segundos efímeros parte de ella.
Por otra parte también está expuesta la pieza   One lauthing at the other, donde se ve a dos hombres sentados en unas sillas sin reposadero, el primero está riéndose a carcajadas, mientras observa las pequeñas figuritas que le recorren el brazo desde el hombro. A su derecha le observa otro también muy sonriente. Pues bien, esta obra es clave, porque representa una metáfora de la incomodidad que produce ver la exposición. El hombre centrado en sus figuritas me recuerda a la institución de la galería, un lugar relevante y consagrado en el mundo del arte, que goza de felicidad por su éxito. La figura de la derecha sería el visitante, quien con una sonrisa falsa hace que mira con admiración la exposición.
Estas obras escultóricas son el grueso de la exposición, pero aun así, la muestra enseña una faceta no tan sobresaliente del escultor, como pintor y grabador. Estas obras poco habituales en la producción del artista acompañan y rodean a las esculturas dándoles un espacio.
 En los grabados se muestran escaleras imposibles, que se basan en modelos esculpidos por él, al estar acompañado a las figuras esculpidas puede ser ese lugar de transición que lleva al hogar utópico donde se refugian sus figuras. Las pinturas también  representan espacios, casas vacías donde podrían habitar estas figuritas, pues también se ven deshabitados, esperando a que se llenen con las esculturas  cuando caiga la noche. Estas pinturas están cargadas de un aire infantil, recuerdan a ilustraciones de cuentos, en las que todo puede pasar, como que  los objetos cobren vida.
En conclusión es una exposición tan popular, que da unas altas expectativas que es mejor no tener, pues cuando pisas la galería todas las ilusiones se desmoronan. Expone obras que realmente merecen la pena, pero la disposición de las piezas en el espacio expositivo deja mucho que desear, es hermética, no le saca todo el potencial que tiene. Hay que echar mano de mucha imaginación para conseguir un discurso conector entre las piezas expuestas.
Juan Muñoz, Galería Elvira González, 20 de Enero hasta el 30 de Marzo 2016, Madrid.

Raquel Milara Mateos

Juan Muñoz fue una artista contemporáneo muy prolifero , un gran renovador de la escultura, esta exposición representa la última etapa de su vida (1990-2000), se caracteriza por ser muy creativa, tanto que incluso cuesta  entender , desgraciadamente tuvo una muerte prematura  cuando apenas tenía 5O años en el 2001, aunque tuvo una larga vida profesional. En esta exposición podemos observar algunas de sus fotografías o grabados. Además podemos apreciar el papel tan importante que juega el ser humano en esta exposición, sobre todo en sus esculturas, estas  son de admirar, estos son más que pequeños que al natural. En sus obras demuestra un gran dominio de la técnica. La exposición  refleja la soledad en la que muchas veces se encuentran las personas y la dificultad de encontrar una identidad, los colores que priman son los tonos grisáceos, el negro y blanco, reflejando así esa soledad. 
Pienso que la organización de la sala no es muy acertada, por ejemplo, había escondida  una escultura sola, si no lees la hoja no la ves porque le tapa un gran muro, en ella muestra a un hombre de menor tamaño que el natural completamente solo, en ella representa la soledad del ser humano, aunque es contradictorio ya que este en vez de estar triste, se muestra alegre, con una sonrisa que se  puede definir como una exageración. Esta obra contrasta con otra sobre la pared, en la que los personajes interactúan, se ríen, pero el espectador no entiende el motivo, se puede apreciar un cierto desequilibrio en las manos, estas todavía no están muy bien logradas,  sus esculturas son contradictorias. También me parece interesante que el espectador pueda acercarse para poder contemplarlas, es curioso como muestra la arquitectura con el personaje subido en un balcón, este no tiene ningún signo en el rostro, no sabemos que le puede ocurrir, es muy plano, probablemente ahonde en el tema de la soledad. Sin duda, es interesante la renovación que hace de los materiales y la forma de proyectarlos.
Sus obras pictóricas podemos apreciar esa perspectiva y ese contraste con lo irreal, también refleja lo imposible , ya que es imposible el hecho de que una silla este sobre dos patas en una chimenea, sin duda lo más logrado es el juego de luces y sombras.
Por otro lado, no me gustó nada que no hubiese un cartel explicativo, donde estuviese presente el nombre de la obra y el año, tan solo había un par de papeles plastificados que servían como guía, pero como en esos momentos hubiese más gente contemplando la exposición, no te enteras de nada.

Finalmente, cuando entras en la exposición, sientes un vacío, no sabes a donde ir porque  no entiendes nada, quizás porque son temas que los artistas apenas utilizan. Una pega que le pondría a la sala es la descontextualización, todo muy mezclado, no hay un hilo conductor  hasta que no profundizas y la contemplas detenidamente el significado de sus obras, todas tienen un gran trasfondo. Es una exposición que recomendaría al público, ya que en ella muestra su estilo tan particular, conoces un poquito más de Juan Muñoz.

ECO EN LA GALERÍA

Juan Muñoz, Galería Elvira González, 20/01/2016 - 30/03/2016.

Pilar Berrozpe

Hay eco en la Galería Elvira González. Por una parte, el eco de la ausencia de Juan Muñoz es ensordecedor. Por otra parte, se siente la vibración de los tambores de ARCO, donde los Muñozes no encuentran su espacio para respirar, ni el silencio para susurrar.
La Galería Elvira González expone pinturas, grabados, fotografías y esculturas producidas por Juan Muñoz entre 1989 y 2001. Las obras bidimensionales colgadas en las paredes son testimonio del juego de Muñoz con el ilusionismo del espacio. Cada estancia inventada por Muñoz contiene tensiones que producen al público un efecto psicológico perturbador. Una sensación de inestabilidad, de desequilibrio, de trampa, de engaño, inunda el ambiente. Armado con la tiza del inspector de “Anatomía de un asesinato”, Muñoz deja la pista de un espacio sospechosamente vacío donde no sabemos si algo ha sucedido ya, o está a punto de suceder. Mediante la falsedad de las arquitecturas, Muñoz  enfatiza la teatralidad, y por lo tanto la temporalidad de la obra. Es imposible observar la serie “Mobiliario”, unas parejas de muebles yuxtapuestos con problemas de coherencia espacial, sin pensar en una secuencia, en una narración temporal. La incongruencia de la iluminación del mobiliario dentro de cada pieza remite a las falsas apariencias, pero también a una asincronía en la representación, una dificultad en la percepción del tiempo, una imposibilidad de comprender la situación.
La segunda propuesta de la exposición de Elvira González son las esculturas. Juan Muñoz destacó como escultor por volver a la figura humana cuando ya no se la esperaba. Sus figuras, insufladas de vida y a la vez huecas, cobran sentido dentro de una determinada concepción arquitectónica. En la galería hay dos conjuntos de propuestas: figuras dispuestas en arquitecturas imposibles –como los balcones inaccesibles- que alejan al público de la obra, o esculturas sin pedestal que permiten al público introducirse en la obra y recorrerla. De este segundo tipo encontramos dos variantes: una pareja riendo frente a un espejo donde el espectador se descubre –horrorizado- a sí mismo como un extraño, y un chino autosuficiente riéndose que ocupa una sola estancia, potenciando al máximo la presencia perturbadora de la falsa humanidad con la verdadera humanidad. El resultado de la confrontación del espectador con la obra escultórica de Muñoz es la experimentación de la alteridad durante la deambulación, y una toma de conciencia de uno mismo.
El público queda marginado del mundo a pequeña escala construido por Muñoz, estando a la vez dentro: está excluido de la diversión de las parejas que se ríen, del que se ríe solo, del guardián apostado que parece no estar sintiendo nada, pero tampoco necesitar a nadie. Se produce un intercambio entre la figura inerte y la figura viva, generando un efecto de aislamiento e incomunicación en los límites entre la realidad y la ficción. El espectador completa las arquitecturas sin figuras, y las figuras sin arquitecturas. La bicromía predominante refuerza el choque de dos mundos ahora unidos, sin que haya podido desaparecer el misterio, ni la metáfora de la incomprensión. La pregunta que resuena del primer momento al último de la exposición es ¿de qué se ríen? Al final de la visita, si la obra ha operado convenientemente, surgen muchas respuestas posibles. Puede que algunas no tengan gracia, por lo que la única reacción aceptable, al final, es la risa.
Inevitablemente, la selección de obras de Elvira González no puede reflejar la monumentalidad que alcanzó el proyecto de Muñoz en la sala de turbinas de la Tate Modern, o en la póstuma exposición del Museo Reina Sofía en 2009. Es una pequeña muestra del gran universo de Juan Muñoz.

VACÍO

Juan Muñoz. Galería Elvira González (20 Enero-30 Marzo 2016). Madrid

Pablo J. Hernández

“Mi madre me contó una vez que iba a donar su cuerpo entero a la ciencia excepto los ojos, y lo entiendo. Todo lo que he visto es mío”
Entiendo a Juan Muñoz cuando dijo esto, somos memoria, estamos e interactuamos en el espacio y, esa memoria, nos hace conscientes de donde nos encontramos. Juan Muñoz sabía leerlo y modificarlo de una manera asombrosa estableciendo su discurso. Juan estudió en Londres, en Croydon College y luego en el Central School of Art and Design, donde aprendería las técnicas clásicas de grabado que más tarde desarrollará en su obra. En 1982 viajará a Estados Unidos para eestudiar en el Pratt gracias a una beca. 1990 es una fecha reseñable para este artista, ya que será cuando, a partir de esta fecha, comience a incorporar elementos narrativos a su obra, con este desarrollo de la escultura consigue romper un poco con la escultura tradicional, hace un “lifting” a lo establecido.

La galería Elvira González acoge la exposición de este gran artista obsesionado por el espacio y la utilización e interactuación en este. Amante de la literatura, el teatro y gran aficionado a la radio. En la galería se exponen varias esculturas, fotografías y obras pictóricas del artista. Están situados de manera que el espectador pueda interactuar con ellas, aunque supongo que el espacio será más reducido del que está pensado para las obras.

La sensación de estar dentro de un campo de actuación ajeno, en una conversación indiferente nos hace tomar parte de la exposición y empezar a cuestionar nuestro propio espacio, intentamos ubicarnos en un escenario teatral en el que no sabemos muy bien cuál es nuestro papel. Nos hallamos en un espacio conformado casi siempre por dos niveles como podemos ver en las 3 salas, en este espacio superior se colocan las obras One laughing at the other, Balcón con figura de chino y Two figures one laughing at one”, esta última se puede ver (y comprar) durante esta semana en ARCO. El tema del espacio superior aparece en varias obras suyas, siendo reseñable la exposición realizada en la Tate Modern en 2001-2002 “The Unilever Series: Juan Muñoz: Doble Blind”.

Lo que primero atrapa al espectador en esta exposición es la escultura: más pequeña que el natural, Juan había trabajado con modelos “enanos” y puede que influya a la hora de realizar modelos. Aparecen sin extremidades en la mayoría de los casos y siendo representados como chinos muchos de ellos, representando así una masificación de la población. La situación en la que se encuentran no hacen otra cosa que mostrarnos a nosotros como “intrusos” para que podamos analizar el espacio, nuestro propio sentido, no se centra tanto en la acción en sí. La obra pictórica vuelve a traernos esta idea de espacio, mostrando en algunos casos los mismos elementos organizados de diferente manera.

Estamos ante uno de los artistas contemporáneos más importantes de este país, desgraciadamente fallecido hace 15 años. Juan Muñoz plasmó la idea de la utilización del espacio conforme a nuestra propia existencia, utilizando la vista como herramienta principal que nos otorgaba una información verídica de lo que teníamos delante pero de la cual no debíamos fiarnos. Y es que Juan Muñoz era aficionado al ilusionismo y la magia, por lo cual conocía bien las trampas que el ojo podía ofrecernos y trabajar partiendo de esa base.


El trabajo de Juan Muñoz nos ha acercado a unos planteamientos que pasan a convertir la escultura en un elemento teatral, una obra en la que el espectador pasa a tomar parte del discurso expositivo y con lo que puede plantearse su lugar en el espacio.


“A MAUPASSANT LE ENCANTARÍA ESTA EXPOSICIÓN”
JUAN MUÑOZ, Galería Elvira González. Madrid, 2016.

Krishna Soto Moreno

“Poeta del espacio”, “artista de estética propia y única”, “gran innovador de la escultura”…Todas esas etiquetas han sido puestas en la figura del ya fallecido Juan Muñoz (1953-2001). Actualmente, se han expuesto unas pocas obras del artista en la Galería Elvira González, donde permanecerán hasta el 30 de marzo. Sin embargo, dichas obras del escultor español no reflejan el supuesto mérito innovador del ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas. Es cierto que es una muestra minúscula de su trayectoria como escultor y pintor, pero eso no evita que uno se pregunte si su fama y la buena imagen que ha conservado se debe a su muerte prematura. Siendo más directos ¿Ha influido su muerte en su figura como artista? Por esa misma razón, el espectador que vaya a la pequeña galería a echar un vistazo debería  entender su conjunto como un modesto homenaje al difunto. 

Aunque uno salga decepcionado del lugar (que es muy posible que lo haga) se tiene que reconocer  el esfuerzo invertido en la carrera artística de Juan Muñoz, principalmente por introducir elementos narrativos en sus instalaciones escultóricas. A partir de los locos años 90 él fue rompiendo poco a poco con los conceptos tradicionales de la escultura. Con esto se quiere decir que ha tenido merecidos logros y notables exhibiciones en diferentes lugares del mundo. La mayoría de sus exposiciones respondían a un lenguaje innovador en el mundo moderno, por así decirlo. Estaban llenas de pinturas “grises” y esculturas humanoides, que enmudecían, que compartían el mismo espacio y el mismo aire con el espectador. Todo forma un juego silencioso de interacción, en donde la angustia es el sentimiento protagonista en ese espacio psicológico. Si hay algo que repite Juan Muñoz en todas sus obras y montajes es la exploración psicológica de la persona y el concepto de la soledad. 

Pues las “sobras” de esas exposiciones se reúnen en la ya citada galería ¿Sigue las mismas expectativas que las anteriores? Esta vez no. Las frases tipo “excepcional narratividad” ó “atmósfera cargada de teatralidad” no tienen cabida aquí. De hecho, si nos ponemos a comparar, esta exposición tiene menos sustancia que la cabeza de una gamba ¿Dónde está esa angustiosa problemática de la identidad? ¿Y La metáfora del abandono del hombre contemporáneo? Un timo de tomo y lomo. 

Ahora pues, centrémonos en ese pequeño mausoleo monocromático de Juan Muñoz. Lo cierto es que parece que se han reciclado algunas obras y que se ha vuelto a usar el tema de la soledad humana; una soledad en forma de chinos que ríen perturbadoramente ó de dos occidentales riéndose mientras se mantienen sentados en el aire. Nada que comentar sobre la escultura tipo fetiche arumbaya (guiño a Tintín) ¿Acaso es un tributo a la esquizofrenia, a la locura que lleva a la soledad o viceversa? Lo bueno de hacerse estas preguntas es que, a pesar de lo pobre que resulta la exposición, el espectador puede involucrarse de nuevo con la obra. 

No es lo único positivo que se puede sacar de la exhibición monocromática de la galería. Los lienzos colgados en las paredes blancas resulta lo más notable del conjunto. En ellos se juega con lo invisible y lo visible, lo trascendental y la alteridad. Destacar sobre todo el lienzo del sillón en sombras, que inmediatamente vinculé con el relato corto “¿ÉL?” de Guy de Maupassant, donde un sillón victoriano era la reencarnación y el símbolo de la soledad del hombre. Por esa misma razón, Juan Muñoz no debería ser considerado un artista moderno, porque no era más que un romántico empedernido.