Juan Muñoz - Galería Elvira González
Desde el 20 de Enero hasta el 30 de Marzo del 2016
Laura Rebolledo Rodríguez
La galería Elvira González rescata
las obras de Juan Muñoz, exponiendo por primera vez algunas de sus piezas de
manera inédita en nuestro país. Arquitecto, escultor y grabador que llevaba sin
exponer en España desde hacía numerosos años, fue mundialmente reconocido
y aceptado en el panorama artístico contemporáneo desde su última intervención en la TATE Gallery. Muñoz, fallece de manera repentina en el 2001 tras realizar
esta última creación como obra de referencia y al ser ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas.
Una delicada y sencilla muestra que cuenta con grupos escultóricos
y figuras solitarias, pinturas y fotografía, las cuales revelan su universo el
cual, a simple vista, parece enigmático. En la exposición todo tiene un porqué, las
obras se relacionan entre ellas, las figuras se desdoblan, juegan entre sí, se
cuelgan, se deslizan y ríen en un espacio que aun siendo más grande y amplio
proporcionalmente a su tamaño no se les queda grande.
En los conjuntos se pone de manifiesto las preocupaciones
del artista, así como los rasgos más característicos del este: la soledad, la reflexión
sobre la propia identidad, la incomunicación entre las personas y la articulación
del espacio. Muñoz, renovador en la escultura contemporánea, permite un diálogo
de sus obras con el espectador, aunque sus figuras se encuentren tanto solas
como agrupadas, pone de manifiesto la soledad, encontrándose ante una insólitas
imágenes que proyectan espacios o interiores donde habita la ausencia, con muebles
vacios que se formulan en una disposición onírica, de tal manera que las figuras alcanzan una dimensión
enigmática, frágil y sutil. Una síntesis en un montaje que incita a un dialogo
intimo, frente a unos diminutos chinos, presentes en alguna de sus obras, que ríen, actúan y gesticulan sin
sentido. Así recibimos lo insólito, con la sensación de hablarle al silencio. El
reflejo de nosotros mismos en las estatuas conduce a una melancolía la cual a
su vez nos introduce en la dualidad reflejada mediante el espejo, interactuamos
con los hombrecillos mientras estamos solos en la sala. Nos emergemos en una
escena con figuras distantes que están fuera de lugar, unos pequeños chinos quienes son a su vez la otra cara de nosotros mismos.
A pesar del gran enigma de saber quiénes son estos adultos de
tallaje infantil, sin pies y que actúan al más estilo sin sentido, la expresión
plástica y escenográfica de estos personajes acromáticos en tonos grisáceos es fascinante,
una creación vanguardista de la escultura clásica, una narración de manera
innovadora que refleja el estado de madurez en la obra de Juan Muñoz. Son complejas
escenas absurdas representadas de manera sencilla, sin saber que cuentan y sin
poder llegar a ser comprendidas, son un conjunto global de infinitos instantes convertidos
en eternidad mediante la plasticidad. Varias historias encerradas en un vacio
ante nuestra mirada.
La belleza de las piezas que emerge de la soledad de las
mismas, así como de sus rostros, juega a comunicarse con el espacio que le
rodea, intentando que este también forme parte de ese juego, consiguiendo que
la búsqueda de la incomunicación en la obra de Muñoz sea por fin consolidada.
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