jueves, 18 de febrero de 2016

CARNE NO HUMANA

Manuel Franquelo Giner, Biolencia Hepidé®mica.
Twin Gallery, Madrid, del 14 de enero-13 de febrero de 2016.

Rubén Ustero Pardos

La sensación de desagrado que experimenté al visitar esta galería no fue debida a unas obras  que recogen la violencia ejercida sobre la vida, lo biológico troceado, vendido y empaquetado, el asco que nos produce lo orgánico putrefacto, ni a las alusiones sanguinolientas a la carne y los cuerpos de animales muertos que allí aparecen. A eso me he tenido que acostumbrar en cierto modo por pura resiliencia. Lo veo cada día, a todas horas, como algo normal, natural y necesario en nuestra sociedad. A lo que no me acostumbro, por mucho que lo vea, es a la indiferencia de quien critica los problemas de esta sociedad pasando sin inmutarse por encima de millones de víctimas invisibilizadas por no pertenecer a nuestra misma especie.

Y es que Manuel Franquelo quiere criticar la mercantilización de lo humano comprando carne no humana en el supermercado. Cuando quiere hablar de la invasión del mundo biológico por parte de la tecnología, su insensibilidad ante lo que está utilizando me parece, además de insultante, poco efectiva, pues la carne de una vaca o de un humano no son equivalentes dentro de los circuitos de un ordenador, porque implican problemáticas muy diferentes. La carne humana no se vende en bandejas de poliestireno, no se puede hablar de la deuda de Bankia eludiendo una atrocidad infinitamente mayor. Dolly le preocupa por lo que le pueda suceder a la especie humana. Y si la carne in vitro es dañina, más lo es la producción de la carne que ha pasado por encima de su tabla de cortar, no sólo para nosotras, sino, evidentemente, para ese animal al que reduce a un referente ausente que volvemos a cosificar, un sujeto al que convierte en objeto para hablar de los problemas de otras personas.

Aún así, el marco teórico que configura el artista resulta interesante y prometedor pero presenta sus propuestas de manera poco original. Los dibujos con boli Bic es algo ya muy visto y son mediocres en cuanto a la técnica y la transmisión de conceptos. Las fotografías sustituyen objetos que sería más interesantes del natural, pues este medio los recoge sin aportar nada nuevo. La representación de animales hechos en chocolate tampoco es una idea innovadora, pues ha sido utilizada por artistas como Zoe Birrell, que realizó 420 vacas de chocolate de comercio justo, orgánico y vegano para hablar de lo terrible de la industria láctea. Pero detengámonos un momento en ésta, su pieza central de la exposición.

Con estos corderos muertos colgados del techo quiere criticar la manipulación ejercida por poder al mostrarnos como apetecible lo que en verdad es horroroso. Estos cadáveres que nos provocan cierto asco y desasosiego nos los presenta en forma de esculturas de chocolate gourmet. Para él lo horroroso de estos cuerpos es la carne despellejada, los músculos y tendones al descubierto, la expresión mortecina de un cordero con su calavera por rostro. Es la misma repulsión del trozo de bacon gigante en el que vemos las fibras, los huesos, la grasa. En este caso nos lo presenta convertido en dulce chocolate del que todas podemos disfrutar. No advierte que lo horroroso aquí no es el asco que nos causa ese cadáver sino que ese mismo cuerpo perteneció a alguien al que asesinaron en un matadero y que el artista ha utilizado como molde para su escultura sin importarle el precio que ese animal ha pagado para que Franquelo nos de una lección sobre el consumo. Y es que intenta reprobar una práctica emulándola retóricamente y no se da cuenta de que la está reproduciendo en un plano diferente mucho más despiadado.

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