LA ESCULTURA NO HA MUERTO
Juan Muñoz - Galería Elvira González.
Cristina Sanz García
Un espacio abierto, casi vacío. Un espacio en blanco, en el
que la propia estancia se convierte en protagonista. Una vez más el público
toma partido, se mezcla y se inserta en la obra. La obra necesita de su
espectador tanto como el espacio
necesita de las obras. Un extraño escenario a tres bandas, donde cada uno de
estos tres elementos (lugar, público y obra) son actor en primer plano y como
director de la función se encuentra el artista Juan Muñoz. ÉL escribe el guión
pero el final puede tomar diferentes caminos, resultados muy diversos que
dependen de la interpretación de cada uno.
A pesar se su repentina y pronta desaparición en 2001 a la
edad de 48 años, cuando se encontraba en un momento cumbre de su carrera, su
obra permanece con nosotros y , por tanto, tanto su esencia, su mensaje, como
su propia persona (o personaje) siguen con los “pies en la Tierra”. Una tierra
que se proyecta bajo su particular perspectiva, su curiosa mirada del mundo y
los seres humanos. Seres humanos que ocupan el mundo y van de un lado a otro,
entran y salen de diferentes espacios, o permanecen estáticos y observadores.
Movimientos que nos recuerdan a su propia obra.
En la galería Elvira González, una pequeña muestra de
algunas de sus piezas más importantes (esculturas por las que más reconocido
es, pero también algunos dibujos y fotografías), inundan las salas y se adueñan
de la misma. Las esculturas con formas humanas de un tamaño más reducido,
entablan un diálogo entre ellas o con otros elementos como espejos o las
paredes que las sostienen. Todo es importante para entender la atentación ( o
no intención) del artista.
Otros elementos son fundamentales para captar esa genialidad
de Juan Muñoz. Y es que no todo se reduce a la forma, la cual puede impactar y
sobrecoger al público, existen cualidades que él ha transmitido a sus
creaciones. La teatralidad es una de ellas, subrayada por el realismo que
albergan. Todo está dispuesto como si en cualquier instante esas formas humanas
fueran a cobrar vida y siguieran con la interpretación de su papel. Al mismo
tiempo sus esculturas y todas sus obras tienen un factor literario, poético,
aunque él haya querido desligarse de ser un poeta en muchas ocasiones asumiendo
que tal vez si que fuese un narrador de historias. Historias muy realistas y
con una gran expresividad, que han salido del papel y sus manos les han dado
forma. Y sobre todo, el trasfondo psicológico que tiene todas ellas, marcado o
no, pero que permanece y que se encarga de estremecer al que las observa.
Hemos de entender, que la escultura ya no vive aislada en un
rincón de una sala de exposición, que ha roto los cánones de belleza clásica y
los estándares hieráticos. Aquí las esculturas se expanden más allá de su
perímetro. Ocupan otros lugares que no imaginábamos e incorporan nuevos
elementos. Sus rostros cruzan el límite
de la expresión, donde una sonrisa exagerada nos desconcierta. Sus esculturas
tan similares por el material o el color, son cada una de ellas una obra
totalmente diferente a las demás que cobra sentido por sí misma, y que mandan
un mensaje aislado del resto.
La escultura no ha muerto, y nunca morirá. Juan Muñoz es uno
de los grandes ejemplos que han sabido darle una nueva visión a este arte
dentro de un periodo desvirtuado donde es difícil encontrar la maestría del
artista. El ejemplo de Two Figures, one
laughing at one hanging, es sin duda el pico más alto de su toque personal.
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