Duty-Free Art, Hito Steyerl, Museo Nacional de Arte Reina Sofía, 11 Nov 2015-21 Marzo 2016.
Alba Cortés Díaz.
“Oh, hazme una máscara y un muro para
resguardar de tus espías […] el rapto y rebelión en los criaderos de mi rostro”,
escribió Dylan Thomas en 1946. ¿Pero
quién necesita una máscara, una segunda piel para enfrentarse? Tal vez sea pertinente analizar hasta qué
punto el discurso planteado por Hito Steyerl nos afecta cómo espectadores y
ciudadanos del mundo. Bien es verdad que gracias - o no- al continuo bombardeo
de imágenes propagadas por los medios de comunicación, hemos presenciado en
primera persona acontecimientos tan violentos de la realidad contemporánea como
las masacres realizadas por el terrorismo islámico, la seguridad al otro lado
de las fronteras o la propia situación de emergencia de los refugiados y
desplazados internos.
Por
tanto, la labor primordial de Hito Steyerl en Duty-Free Art es advertir al espectador de la propia
invisibilizacion de la información en los medios de masas, tratando de
desentrañar el lenguaje críptico que encierra
y poniendo en evidencia discursos que se encuentran ligeramente
difuminados o directamente borrados de la Historia. Duty-Free Art narra la propia ilegalidad a la que está sometido el mercado
artístico, resultado de un pensamiento
capitalista en el que los propios coleccionistas quedan libres de pagar impuestos.
El asunto del “site” es una constante a lo largo de toda la muestra ya que es
imprescindible saber dónde nos situamos en el mapa y desde dónde nos
proyectamos ya que dependiendo de nuestro contexto geográfico seremos
partícipes de una información u otra.
En este caso, el propio espacio expositivo encierra
diferentes situaciones geográficas convirtiendo el museo (o el cuerpo, en
palabras de Bárbara Kruger) en un campo de batalla, un lugar hostil en el que
se requiere estar alerta de todo peligro posible. Para ello y a través de trece
video-instalaciones, Hito muestra la imagen desnuda, sin tapujos, abordando de
una manera documentada cuestiones de género, sexo, violencia social, etc. Como
ejemplo ilustrativo, cabe mencionar la obra Guards
(2012) en la que la artista entrecruza el sistema de seguridad de los museo con
la propia vida de un ex policía y militar que sigue el mismo protocolo de actuación
en el entorno museístico que en la propia trinchera. Imágenes de la propia vida
del agente cuelgan de las paredes del museo dejando entrever la continua
vigilancia global a la que estamos sometidos. Sin embargo y pese a esto, la
artista plantea una controversia que se repite de manera continuada en el
recorrido expositivo, el museo como lugar de acogida y protección de personas
que huyen de sus países de origen por
motivos bélicos.
La luz tamizada de azul
que entra por las ventanas inundando la segunda sala se proyecta de una manera teatral
en la totalidad de la estancia vaticinando el mar, engranaje primario que se
sitúa como elemento conductor de la cadena de producción ya que todo llega a
través de él. La “modernidad líquida” (en palabras de Zygmunt Bauman) de la supremacía
eurocentrista actúa como eje principal de un mundo políticamente globalizado. Es
interesante reflexionar cómo las imágenes se van sucediendo en televisores gigantes
último modelo mientras que el espectador está invitado a sentarse cómodamente
para disfrutar de la muestra. Cojines, colchonetas y sillas de diseño sirven
para amortiguar el golpe, para dejarnos caer suavemente sobre la butaca y devorar
palomitas y Coca-cola grandes para disfrutar del espectáculo. De este modo, lo
que Hito Steyerl consigue es hacer que el discurso sea percibido de una manera
ajena, cómo si nuestro papel ante una vida hipotecada a la perversión fuese
meramente contemplativo.
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