jueves, 25 de febrero de 2016



“A MAUPASSANT LE ENCANTARÍA ESTA EXPOSICIÓN”
JUAN MUÑOZ, Galería Elvira González. Madrid, 2016.

Krishna Soto Moreno

“Poeta del espacio”, “artista de estética propia y única”, “gran innovador de la escultura”…Todas esas etiquetas han sido puestas en la figura del ya fallecido Juan Muñoz (1953-2001). Actualmente, se han expuesto unas pocas obras del artista en la Galería Elvira González, donde permanecerán hasta el 30 de marzo. Sin embargo, dichas obras del escultor español no reflejan el supuesto mérito innovador del ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas. Es cierto que es una muestra minúscula de su trayectoria como escultor y pintor, pero eso no evita que uno se pregunte si su fama y la buena imagen que ha conservado se debe a su muerte prematura. Siendo más directos ¿Ha influido su muerte en su figura como artista? Por esa misma razón, el espectador que vaya a la pequeña galería a echar un vistazo debería  entender su conjunto como un modesto homenaje al difunto. 

Aunque uno salga decepcionado del lugar (que es muy posible que lo haga) se tiene que reconocer  el esfuerzo invertido en la carrera artística de Juan Muñoz, principalmente por introducir elementos narrativos en sus instalaciones escultóricas. A partir de los locos años 90 él fue rompiendo poco a poco con los conceptos tradicionales de la escultura. Con esto se quiere decir que ha tenido merecidos logros y notables exhibiciones en diferentes lugares del mundo. La mayoría de sus exposiciones respondían a un lenguaje innovador en el mundo moderno, por así decirlo. Estaban llenas de pinturas “grises” y esculturas humanoides, que enmudecían, que compartían el mismo espacio y el mismo aire con el espectador. Todo forma un juego silencioso de interacción, en donde la angustia es el sentimiento protagonista en ese espacio psicológico. Si hay algo que repite Juan Muñoz en todas sus obras y montajes es la exploración psicológica de la persona y el concepto de la soledad. 

Pues las “sobras” de esas exposiciones se reúnen en la ya citada galería ¿Sigue las mismas expectativas que las anteriores? Esta vez no. Las frases tipo “excepcional narratividad” ó “atmósfera cargada de teatralidad” no tienen cabida aquí. De hecho, si nos ponemos a comparar, esta exposición tiene menos sustancia que la cabeza de una gamba ¿Dónde está esa angustiosa problemática de la identidad? ¿Y La metáfora del abandono del hombre contemporáneo? Un timo de tomo y lomo. 

Ahora pues, centrémonos en ese pequeño mausoleo monocromático de Juan Muñoz. Lo cierto es que parece que se han reciclado algunas obras y que se ha vuelto a usar el tema de la soledad humana; una soledad en forma de chinos que ríen perturbadoramente ó de dos occidentales riéndose mientras se mantienen sentados en el aire. Nada que comentar sobre la escultura tipo fetiche arumbaya (guiño a Tintín) ¿Acaso es un tributo a la esquizofrenia, a la locura que lleva a la soledad o viceversa? Lo bueno de hacerse estas preguntas es que, a pesar de lo pobre que resulta la exposición, el espectador puede involucrarse de nuevo con la obra. 

No es lo único positivo que se puede sacar de la exhibición monocromática de la galería. Los lienzos colgados en las paredes blancas resulta lo más notable del conjunto. En ellos se juega con lo invisible y lo visible, lo trascendental y la alteridad. Destacar sobre todo el lienzo del sillón en sombras, que inmediatamente vinculé con el relato corto “¿ÉL?” de Guy de Maupassant, donde un sillón victoriano era la reencarnación y el símbolo de la soledad del hombre. Por esa misma razón, Juan Muñoz no debería ser considerado un artista moderno, porque no era más que un romántico empedernido.  

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