“A
MAUPASSANT LE ENCANTARÍA ESTA EXPOSICIÓN”
JUAN
MUÑOZ, Galería Elvira González. Madrid, 2016.
Krishna
Soto Moreno
“Poeta del espacio”, “artista de estética propia y única”, “gran
innovador de la escultura”…Todas esas etiquetas han sido puestas en la figura
del ya fallecido Juan Muñoz (1953-2001). Actualmente, se han expuesto unas
pocas obras del artista en la Galería Elvira González, donde permanecerán hasta
el 30 de marzo. Sin embargo, dichas obras del escultor español no reflejan el
supuesto mérito innovador del ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas.
Es cierto que es una muestra minúscula de su trayectoria como escultor y
pintor, pero eso no evita que uno se pregunte si su fama y la buena imagen que
ha conservado se debe a su muerte prematura. Siendo más directos ¿Ha influido
su muerte en su figura como artista? Por esa misma razón, el espectador que vaya
a la pequeña galería a echar un vistazo debería entender su conjunto como un modesto homenaje
al difunto.
Aunque uno salga decepcionado del lugar (que es muy posible
que lo haga) se tiene que reconocer el
esfuerzo invertido en la carrera artística de Juan Muñoz, principalmente por
introducir elementos narrativos en sus instalaciones escultóricas. A partir de
los locos años 90 él fue rompiendo poco a poco con los conceptos tradicionales
de la escultura. Con esto se quiere decir que ha tenido merecidos logros y
notables exhibiciones en diferentes lugares del mundo. La mayoría de sus
exposiciones respondían a un lenguaje innovador en el mundo moderno, por así
decirlo. Estaban llenas de pinturas “grises” y esculturas humanoides, que
enmudecían, que compartían el mismo espacio y el mismo aire con el espectador. Todo
forma un juego silencioso de interacción, en donde la angustia es el sentimiento
protagonista en ese espacio psicológico. Si hay algo que repite Juan Muñoz en
todas sus obras y montajes es la exploración psicológica de la persona y el
concepto de la soledad.
Pues las “sobras” de esas exposiciones se reúnen en la ya
citada galería ¿Sigue las mismas expectativas que las anteriores? Esta vez no.
Las frases tipo “excepcional narratividad” ó “atmósfera cargada de teatralidad”
no tienen cabida aquí. De hecho, si nos ponemos a comparar, esta exposición
tiene menos sustancia que la cabeza de una gamba ¿Dónde está esa angustiosa
problemática de la identidad? ¿Y La metáfora del abandono del hombre
contemporáneo? Un timo de tomo y lomo.
Ahora pues, centrémonos en ese pequeño mausoleo
monocromático de Juan Muñoz. Lo cierto es que parece que se han reciclado
algunas obras y que se ha vuelto a usar el tema de la soledad humana; una
soledad en forma de chinos que ríen perturbadoramente ó de dos occidentales riéndose
mientras se mantienen sentados en el aire. Nada que comentar sobre la escultura
tipo fetiche arumbaya
(guiño
a Tintín) ¿Acaso es un tributo a la esquizofrenia, a la locura que lleva a la
soledad o viceversa? Lo bueno de hacerse estas preguntas es que, a pesar de lo
pobre que resulta la exposición, el espectador puede involucrarse de nuevo con
la obra.
No es lo único positivo que se puede sacar de la exhibición
monocromática de la galería. Los lienzos colgados en las paredes blancas
resulta lo más notable del conjunto. En ellos se juega con lo invisible y lo
visible, lo trascendental y la alteridad. Destacar sobre todo el lienzo del
sillón en sombras, que inmediatamente vinculé con el relato corto “¿ÉL?” de Guy de Maupassant, donde un
sillón victoriano era la reencarnación y el símbolo de la soledad del hombre.
Por esa misma razón, Juan Muñoz no debería ser considerado un artista moderno,
porque no era más que un romántico
empedernido.
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