jueves, 25 de febrero de 2016

MUÉRETE DE RISA.


Juan Muñoz, Galería Elvira González, desde el 20 de enero hasta el 30 Marzo 2016, Madrid.

Melisa Vargas del Pino

Escultura clásica y de vanguardia, esta mezcla de técnicas que presenta la exposición –de principios de los 90 hasta comienzos del 2000- seleccionados por la Galería Elvira González, sin duda nos muestra una de las mejores etapas creativas de este referente de la escultura  contemporánea.

Las obras de Juan Muñoz, desde el comienzo hasta el final de esta breve pero intensa visita, nos envuelve en su dramatismo y teatralidad tan característica. Los diálogos mudos y las carcajadas silenciosas se repiten continuamente, metiéndonos de lleno en el papel de los personajes, reflexionando así sobre la idea que transmiten junto a un porqué continuo.

La cuestión más llamativa es ¿por qué se ríen?, las risas representadas en los rostros inexpresivos y congelados, enmascaran el vacío existencial en su continua monocromía grisácea y lúgubre, que no hace sino recalcar la tristeza  y soledad de toda la exposición. A través de esta utilización del gris, lo que se consigue es que las figuras pierdan sus rasgos de personalidad, siendo de esta forma, iguales a la vista del espectador.

El espacio de la galería es perfecto, de tal manera que permite al espectador rodear las piezas e interactuar con ellas, como en el caso de las dos figuras colocadas frente al espejo de rasgos asiáticos –personajes muy utilizados por el artista-. Ante esta obra, es imposible no mirarse en el espejo y observar a través de él a los dos hombres de alegre expresión, convirtiéndonos así en el otro de nosotros mismos o idea de otredad, claramente  representada.

Por otro lado, es imposible no fijarse en la pequeña figura de terracota, situada a una altura superior al resto, dejando un claro mensaje ya no de superioridad sino de prioridad ante el resto, mostrando así la evolución de lo clásico a lo vanguardista. El juego de la ausencia de individualidad, certeza y misterio, o realidad y ficción también está presente sobre todo en las obras pictóricas. A través de esta representación de espacios imposibles, laberinticos y de aura enigmática, nos transmite la sensación de estar en un gran abismo del que no podemos escapar.

De lo que no podemos huir es de la primera y última obra, One laughing and the other y Two figures one laughing at one hanging, claramente relacionadas. En la primera, los dos personajes se ríen entre sí, mostrando complicidad a través de la expresión, en un diálogo inexistente; en el caso de la última, uno de ellos se encuentra colgado de la lengua mientras el otro está tumbado en el suelo, riéndose a carcajadas. Con esta ultima escena, se juega con la sombra de ambos y con la idea de mofa, pero sobre todo cabe destacar la figura del techo que denota un gran dramatismo en su forma de cruzar las piernas, como si de un nuevo Cristo se tratase. Esta suceso tan sobrecogedor, consigue transmitir miedo, es el todo o nada, la censura de saber que a día de hoy, hay que medir aquello que se dice, y que por desgracia, muchos encuentran la felicidad, a través del sufrimiento del prójimo.

Salir con más pavor del que entras, seria el resumen de esta muestra, donde entras en un espacio expositivo intentando refugiarte de la cruda realidad, y sales aún más deprimido. Esta muestra de “todos somos iguales” es ilusoria, como las conversaciones de estas piezas; al final siempre gana el mejor, riéndose del otro, que ha sido condenado por hablar más de la cuenta,  atendiendo a los prejuicios y valores de una sociedad estancada. Pero una cosa esta clara, el que ríe el último, ríe mejor y dos veces.

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