INQUIETAR AL ESPECTADOR COMO HECHO ARTÍSTICO
Juan Muñoz, Galería Elvira
González, (20/01/2016 – 30/03/2016), Madrid
Esther Álvarez Herrero
La exposición tiene un fuerte mensaje
de introspección. Cada obra supone un reto al que acercarte, intentando
participar de la teatralidad que reúnen tanto sus obras escultóricas como
pictóricas. Te paseas, giras entorno a ellas, buscando distintas ópticas para
tener una noción global. En Sin título (1998), vemos dos fotografías que han sido hechas al interior de un coche en
el que se han construido unas estructuras a modo de escaleras. Aunque has de
conocer la obra de Muñoz para saber este detalle, lo interesante es el juego de
contrastes, de nitidez y de transiciones entre blanco y negro que, como en
estas dos fotografías, recorren la exposición. Por terminar con el ámbito
bidimensional, podemos ver en esta muestra las obras Raincoat Drawing IV (1988-1989) y Mobiliario VII (1996), en las que a través de su técnica erosiona
la superficie para iluminar y dar forma a sus composiciones. La confluencia
entre ambas obras se encuentra en el tema, apaciguado en uno, revuelto en otro,
que mantiene la dinámica de inquietud e incomunicación a partes iguales que
comparten con las obras escultóricas. Estas, de una escala menor que la natural, parecen invitarnos a reflexionar a través de la sensación que transmiten de
soledad, en el caso de Balcón con figura
de un chino (1991) y Walking with a
Glove (2001); y de desubicación, como One
Laughing at the Other (2000). Esta obra en concreto, con la que, bajo mi
recorrido imaginario, se termina la exposición, inquieta por lo incómoda que
parece la falsa diversión de estos personajes. Quizá sean los últimos
impostores que veamos pues, al igual que Sin
título (2001), aunque veamos sus actitudes, no somos partícipes de
sus sensaciones ni conversaciones. Muestran una gran carcajada a pesar de que
deben mantenerse a pulso sobre esas sillas con un asiento premeditadamente
eliminado, haciendo fuerza para mantener su postura exagerada y juguetona, como
sus soldaditos de plomo. Este grupo comparte vestuario con otra gran pareja de
la exposición, formada por Two Figures
one laughing at one hanging (2000). Cumpliendo la literalidad con respecto
título-obra del resto de esculturas, la escena que se nos muestra juega también
con los contrastes, no pictóricos en este caso, pero si compositivos. Esa gran
carcajada de la otra pareja aquí sólo la disfruta aquel que mira desde el suelo
como su nuevo compañero ha sido ahorcado. Y nuevo porque en las anteriores
obras de “Hanging Figure” de 1997 de Muñoz, no incluía ningún espectador más
que el propio visitante. Esta obra, sin embargo, sigue requiriendo una lectura
por nuestra parte, nos implica en los espacios psicológicos que crea, como si
tuviésemos que reconstruir la escena del crimen. En este ambiente de “humor tan
negro” encontramos Sin título (2001)
en la que a través del espejo miramos y somos mirados. Las figuras existen sin
ese reflejo, no participan de él, sin embargo, éste puede que sea la obra, el
reflejo, la apariencia. En este juego entre espacios reales y espacios
imaginarios, que ya conocíamos de Muñoz como en sus obras, no presentes en esta
ocasión, Maqueta 5 Figuras (1997),
la obra tridimensional parece suponer un segundo plano frente al espejo, que se
convierte en superficie bidimensional. El recurso de cuadro dentro del cuadro que
desde el Renacimiento busca inquietar al espectador aquí, sin duda, lo consigue
y nos hace participar del hecho artístico. Sin contar con cartelas que nos
acompañen en la exposición vamos cogidos de la mano de las obras de Muñoz, como
la que nos parece tender Walking with a
Glove, a la espera de llegar al catálogo final que nos informe del artista, director de nuestra mirada y movimientos a través de sus obras.
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