Hito Steyerl presenta un modelo de exposición donde la
tecnología y, más concretamente, los sistemas audiovisuales como el video-arte
son el elemento sobre el que basa su creación para transmitir al público se mensaje,
un mensaje cargado de polémica tanto social como política, si es que una y otra
pueden separarse.
Abstenerse a esta exposición todo aquel que tenga un tiempo
límite o cronometrado, aquel que vaya con prisa y que no tenga la capacidad de
poder olvidarse por un instante del tiempo, porque eso es lo que precisamente
nos pide a cambio la artista alemana, tiempo. Las piezas que aquí se exponen
cobran sentido si las vemos de principio a fin. Lejos queda el modelo de
visitante que puede ver las obras de una sala en una rápida ojeada y sin tener
la demanda obligada de pasar un tiempo concreto para contemplarlas. Sin
embargo, es clave para esta exposición si verdaderamente queremos entender lo
que Hito Steyerl ha creado, hacer un visionado íntegro de las piezas. Cada sala tiene un tiempo de vida, valga la
redundancia, donde no se desaprovecha ni un solo segundo para mostrar al
espectador un mensaje claro y contundente, una crítica a la sociedad en la que
vivimos determinante y que cuestiona los valores culturales y también sociales
que tenemos actualmente. A esto hay que añadirle los tintes personales que deja
caer la propia artista por sus vivencias personales o de sus conocidos, que
forman parte de algunas de las obras que recoge en Museo Reina Sofía, y a su
vez la aparición en muchas de ella de Hito, que conecta a través de la pantalla
con su público.
Los escenarios que se recrean y que enmarcan cada vídeo son
rompedores, descolocan al visitante con cada una de las salas aisladas de las
otras con sus propios decorados que siguen la temática de lo que se va a ver
o al menos son un elemento también
fundamental para transmitir de forma diferente al público y al que incluye de
manera mucho más directa. Esta es otra de las vías que hacen que esta muestra
se separe de la institucionalidad del museo y sus exposiciones creando estos
espacios, donde te sientes extrañado y sin saber muy bien cómo actuar o qué
hacer. Estamos condicionados e influenciados a realizar una especie de ritual
cuando nos enfrentamos a una obra. En un museo se presupone una actitud seria y
rígida con unos cánones y normas establecidas para los visitantes, como un
lugar de culto, pero cuando se incluye directamente a los visitantes en la
obra, como por ejemplo ofreciendo ver la obra semi tumbados o sentados en extravagantes
sillas, es decir, rompiendo con ese ritual, algunos se pueden ver sobrepasados
y deciden clasificarlo en el “lo que no es arte”. Hito Steyerl ofrece nuevas
formas para ver, admirar o contemplar una de sus obras que, si no la
experimentamos, perdemos parte de la esencia de su trabajo.
Aunque parezca difícil, que realmente no lo es, si se reúnen
todas estas condiciones, el visitante que se sumerja por completo en la exposición
fluye con ella y se adentra a la comprensión de este mensaje crítico y los
diferentes temas que se tratan. Si por el contrario, se decide por entrar en
consideraciones sobre si el video, el documental, no son formas válidas de
creación artísticas, y que en resumidas cuentas eso no es válido como arte o
disciplina que deba incluirse dentro de un museo, ya que pertenece a un ámbito
doméstico, niega la evolución de los sistemas de producción artísticos y el
arte, en sí mismo, como elemento reivindicativo.
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