Pablo J. Hernández Diego
El pasado 3 de Febrero
tuve una de las sensaciones más raras que he sentido al ver una exposición, me
explico: cuando entré en la Twin Gallery para ver la primera exposición
individual de Manuel Franquelo vi corderos colgados, una loncha de bacon
enorme, tablas de cortar, cuchillos, filetes, probetas… En ese momento me sentí
como las veces que he entrado a un matadero o al congelador de una carnicería,
automáticamente me vino el olor a carne cruda, especias, la sensación de estar
en un entorno “semi-clínico” manchado de sangre. Sin embargo, lo que tenía
delante era completamente distinto: la Twin Gallery es un lugar pequeño y
acogedor (en comparación con un matadero), el único olor que se podía percibir
era el de un suave cacao que salía de un par de corderos que estaban colgados.
Esta situación me hizo tener una mezcla de gusto y asco que, aunque no del todo
desagradable, te hace sentir extraño: estás viendo algo que te hace percibir otra
cosa que no está presente pero que subyace de la idea en su conjunto. Creo que
es la principal idea de la exposición y por la que podemos empezar.
La temática cárnica nos
invita a ver lo que se esconde tras ella, una tabla de cortar en la que se
esconde el “Amo”, convirtiéndose así en una mesa de sacrificio para la
sociedad, un envase de deuda bancaria, una asquerosa loncha de bacon que vienen
a conformar un banquete que representa nuestra sociedad, una sociedad que se deja
sacrificar, una sociedad confundida, llevada al matadero sin rechistar. Manuel
Franquelo emite su discurso basándose en la biopolítica de Foucault para
establecer una exposición violenta, conformada por una sociedad cruda y compleja
que muestra lo superficial, su epidermis.
El artista también hace
alusión al error científico, a la aleatoriedad del desarrollo de experimentos
que pueden acabar fallidos, realizándose como si de quitar hojas de una
margarita se tratase. Toda la serie de dibujos a boli bic refleja este ideal
con lo que el artista pretende transmitir hipocondría, una hipocondría que también
se hace real en él, que representa una sociedad que no sabe qué va a pasar y
que tiene miedo a caerse de las manos de sus líderes. La clonación aparece en Dolly, en la que Franquelo representa
esa idea de la creación de una criatura de mirada perdida que no pudo salir de
su ambiente, un experimento que tenía esa inseguridad de la que habla el
artista.
Esta exposición nos ofrece una visión real de
nuestro mundo, un mundo que se muestra crudo, sangriento y repugnante. Traspasa
las barreras de la piel para quedarse en ella y, desde dentro, observar que
pasa y mostrarlo de una manera que salga de lo “canónico”, aunque la idea
principal sea mostrar una sociedad donde se comulga con la “carnaza” que nos
echan, donde vemos el desmembramiento pasivos esperando que llegue nuestro
turno, con la mirada perdida como Dolly. Sin embargo, tener una loncha de
fiambre de 2 metros en casa te concede el papel de narrador para contar una historia
diferente a los invitados que gocen viendo en tu salón un troncho de carne “King
Size”, lo que lleva a pensar si el mensaje de sociedad vacía, sentimiento hipocondríaco y una crónica de un mundo tan
asquerosamente crudo puede venderse como una pieza fetiche que ver mientras
desayunas, un testigo inerte que ha visto y escuchado todo, una caja negra carísima.
Uno sale de la exposición descompuesto
pero con un sabor dulce en la boca, un premio por aguantar conscientes una
visión de nuestro propio sacrificio.
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