Juan Muñoz, Galería Elvira González (20 de enero – 30 de
marzo, 2016)
Lucía Cirujano Ruiz
“Hay 2 únicas cosas
imposibles de representar: el presente y la muerte. La única manera de llegar a
ellas es por ausencia.” Contundente frase de Juan Muñoz, artista madrileño que
estudió en Madrid, Reino Unido y Nueva York, donde conoce a Richard Serra. Enamorado
de Londres, que trabajó combinando diferentes disciplinas artísticas, culminó
su carrera profesional y vital con la gran exposición Double Bind en la exuberante Sala de Turbinas de la Tate Modern en
el 2001, una de las mejores exposiciones que ha tenido el lugar, dice Carmen
Giménez. Ahora algunas de sus obras se encuentran en la blanca e impoluta Galería
Elvira González, convertida prácticamente en una película en blanco y negro
atemporal cargada de un ambiente perturbador y de cierto terror. Son tres
salas, la primera coincide con el lugar de trabajo de galeristas y personal,
así que se respira y escucha la tensión previa al gran acontecimiento del año
para las galerías, ARCO. Como el tío Albert y Bert cuando flotan en sus sillas
de la risa, encontramos dos personajes mucho más inquietantes que los protagonistas
de la escena en el film Mary Poppins. Dos individuos (One laughing at the Other, 2000) algo encogidos de tamaño se
encuentran supraterrenos en un mundo paralelo al que no podemos acceder ni con
el que podemos interaccionar. Una situación completamente ajena a nosotros que
estamos anclados al suelo de lo real, ellos se ríen, carcajadas sordas,
instante capturado, eterno, mientras uno sostiene una fila de hombres unidos y
rígidos de bronce que tratan de comunicar algo que tampoco tiene sentido. En
contraposición a estas personas sin espacio encontramos espacios sin personas. Todo
en esta muestra son lugares o personajes inaccesibles e inquietantes, con un
lenguaje incomprensible que te deja al margen de lo que ocurre (que no sabes
qué es) dentro de cierto ambiente minimal o con alguna reminiscencia de las
irrealidades confusas de Escher. Escaleras, cuadrículas, complicaciones en las
perspectivas. Somos intrusos y meros espectadores de una realidad muchas veces
vacía, aunque estemos rodeados de gente, descontextualizada, hipertrofiada e
inestable. Juan Muñoz nos convierte en agentes externos en los espacios que
crea, sentimos la ausencia, somos espectros dentro de un mundo paralelo o
estamos rodeados de espectros en nuestra complicada y difusa realidad. En Sin título del 2001, nos encontramos a
nosotros mismos, minoría, acompañando a dos chinos muertos de la risa,
enmarcados todos (el espectador incluido) por un marco de madera que sostiene
un espejo, ficción. Somos la alteridad de la composición, un otro radical a los
chinos grises, iguales entre ellos, pequeños, hundidos en el suelo, cómplices.
Soledad. Todos somos chinos y chinos somos todos. A parte de sus inquietantes
esculturas hechas con resina de poliéster pintada más o menos con grandes
matices de grises, vemos como vuelve la mirada a un mundo arcaico en la obra Balcón con figura de un chino que nos
transporta a los Guerreros de Xian. El chino nos contempla impasible, con los
sentidos inactivos, pasmado ante lo que sucede bajo él. Terracota y hierro, blando
y duro, blanco y negro, contrastes, dentro y fuera. En esta caja blanca y sin
apenas colores nos vemos colocadas en un no-espacio rodeadas de extraños, que
en realidad somos nosotras mismas. Pero eso sí, esto es una galería donde
podemos comprar lo que vemos, aunque una trabajadora nos comenta que es muy
raro encontrar a Juan Muñoz en una galería, pues su obra tiene precio de museo.
¿Qué nos quiere decir con esta afirmación? Las interlocutoras éramos tres
estudiantes de historia del arte que acudimos cuaderno en mano para conversar
con las obras expuestas.
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