jueves, 18 de febrero de 2016

BIOPSIA

Manuel Franquelo Giner, "Biolencia Hepidé®mica", Twin Gallery.
14 de Enero – 13 de Febrero
P. Victoria García Rodríguez

Como al entrar en una carnicería, percibimos inmediatamente cierta inquietud y confusión, un deseo de devorar lo expuesto pero a la vez una ausencia íntima, provocada al colisionar nuestra visión más racional con nuestro instinto más animal. El color sangriento de las obras provoca en nosotros una siniestra mitosis. El cuerpo y yo somos uno, pero no puedo mirarlo de frente, sólo me devuelve pequeños fragmentos siniestros. El cuerpo se nos escapa, como bien apuntaba Foucault en “El cuerpo utópico”, nos resulta familiar pero extraño a la vez. En la primera exposición de Manuel Franquelo en la Twin Gallery no hay nada explícito, a pesar de los tonos rojos de alerta y agresión captados en un primer momento, se trata de una referencia al imaginario más visceral, al imaginario humano colectivo y a la vez muy íntimo, para lograr descifrar aquello que se esconde detrás de la piel. Realiza  una biopsia del cuerpo social mediante la técnica hiperrealista del tratamiento de fotografías, que le sirve para un examen profundo del tejido residual. El diagnóstico es desolador, crudo, nos presenta la enfermedad actual de la nada, de la obsesión por algo que no sabemos exactamente qué es. Los objetos más cotidianos como una tabla de cortar o una bandeja de carne, actúan como escenas del crimen, desvelando una realidad generada por el hombre, pero en ausencia del mismo. Quizá lo más llamativo y apetecible de la exposición son los corderos de chocolate que invaden nuestro espacio. Los restos de un cordero desfigurado por el público caníval, se erigen como prueba del éxito de las conexiones entre el dolor y el placer, siendo éste síntoma de los sistemas de poder que actúan creando obsesiones y paranoia. 

La era en la que vivimos no permite fallos, y los indicios de esto son recogidos en los dibujos a boli bic que vemos nada más entrar en la galería, éstos tampoco revelan nada, sólo son indicios o símbolos de una existencia artificial, del miedo generalizado al fallo biológico. Una gran loncha de bacon, a modo de estela funeraria, muestra las múltiples capas de silicona de nuestro imaginario, capas impuestas, de las que debemos deshacernos. La pieza estrella, a mi parecer, “The artificial being is a reality of perfect simulacrum”, curiosamente la más evidente y “real” de todas, hace que nos identifiquemos inmediatamente como ese trozo de carné rodeado de cables, ese simulacro líquido del que todos participamos, simulacro en el que nada nos afecta de manera incisiva en este profundo letargo del ser, lo real y carnoso frente a la frialdad tecnológica de un blanco puro irradiante. Las probetas de Dolly, al igual que los corderos, han sufrido el ataque del moho, síntoma premonitorio de la putrefacción surgida de una necesidad cínica de clonación. El líquido mohoso,  simboliza además del fallo humano, la intranquilidad universal de que algo ocurrirá, la premonición de lo apocalíptico, del nihilismo acelerado. Hay una latente aceleración de los procesos biológicos para salvar algo que está condenado a convertirse en polvo. 

Ahora la pregunta del millón: ¿Hay cura para la enfermedad? ¿Realmente estamos enfermos, o es una ilusión deliberadamente inducida?, la manufacturación del self reflejada en las prácticas habituales del selfie, que no es otra cosa que autovenderse y clonarse de manera obsesiva se vuelven preguntas retóricas. Es evidente que Franquelo no nos pone los pelos de punta, pero revuelve nuestro inconsciente visual compartiendo esa realidad confusa. La herida deja derramar la sangre a través de los símbolos pixelados de un vacío existencial.

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