jueves, 11 de febrero de 2016

IMÁGENES PERSUASIVAS EN LA ERA DE LA DESINFORMACIÓN

IMÁGENES PERSUASIVAS EN LA ERA DE LA DESINFORMACIÓN. Hito Steyerl. Duty-Free Art. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Marta Souto Martín

A golpe de cincel Hito Steyerl da comienzo a su ensayo visual, viaje caleidoscópico que explora las tramas del capitalismo neoliberal y la globalización. A través de un itinerario por las distintas salas se genera toda una red de instancias de interactuación entre el sujeto, llamado ineludiblemente a despertar su autoconsciencia como parte de un todo heterogéneo, y las instalaciones, que invitan a asumir la responsabilidad del espectador emancipado de Jacques Rancière. Esta demanda por parte de la artista de una actitud activa e interpretativa del público, contrasta con la escenificación paródica de la fórmula que rige nuestra cotidianidad, la asimilación acrítica de los hechos desde nuestro sofá de casa. Sin embargo estos guiños a la cultura popular “del tiempo libre malgastado frente a una pantalla”, se tornan en acciones críticas que desmantelan las estrategias de manipulación de los sistemas actuales de circulación de la información consistentes en recrear ficciones y presentarlas como realidades.

En Duty-Free Art la problemática de la utilización de los medios de comunicación como plataformas de difusión de ciertas convenciones ideológicamente determinadas, se entrelaza con la idea del estado de psicosis de la era de la hiperdigitalización y la cultura del terror. La obsesión por la seguridad y el control de los cuerpos de vigilancia, la especulación o la financiación de los conflictos armados en oriente gracias a la compraventa de armas en occidente, son solamente tres de las múltiples formas que adoptan las relaciones de dominio durante la muestra. Además, la correlación que se establece entre los lugares del arte y los campos de batalla se intensifica mediante la presencia de escenarios atrincherados, y nos habla de la impugnación de las prácticas y costumbres de la industria cultural que, inserta en la lógica del mercado, ejerce el poder sobre sus trabajadores en términos foucaultianos.

Por otro lado, el cuidado en las ambientaciones de las estancias capta el interés de los transeúntes que, lamentablemente, no se detienen a ver los vídeos en su totalidad. Según la propia Hito, en la conferencia que da nombre a la exposición, las condiciones de posibilidad del arte y su perceptibilidad son el tiempo y el espacio, dimensiones kantianas que parecen no tener cabida en la ajetreada vida moderna. Trasladando esta dinámica al campo de la recepción de sus obras, podría decirse que la extensa duración del material expuesto así como lo específico del lenguaje que utiliza, eminentemente técnico, hacen de la experiencia en el museo una búsqueda laberíntica de respuestas de un público que no termina de encontrar el denominador común a todas las piezas y se siente, incluso, huérfano de explicaciones.

Además, la propuesta expositiva obliga a deambular individualmente por las salas y centra el foco de atención en la ausencia del vínculo afectivo con las obras por medio de un distanciamiento brechtiano que impide que se dé el fenómeno de la catarsis. Así mismo, la complejidad de ahondar en la significación del alegato de la artista hace que, pese a estar reforzado por textos, conferencias, películas y audiovisuales, la reflexión autónoma del sujeto se vuelva un tanto tortuosa ante la ausencia de directrices. La visita, por tanto, se desarrolla en un clima de cierta hostilidad e intimismo reservado.

Pese a todo, el trabajo de Hito sí logra advertirnos del peligro que entraña el efecto de absorción de las imágenes sobre la sociedad de consumo actual, lo cual queda palpable en el aturdimiento que sigue a la oleada de información recibida. La proliferación de datos que procesamos desde que entramos en la primera sala nos alerta, en definitiva, de la trampa de no ver lo que realmente sucede al otro lado del gran vidrio, dejándonos llevar por la ensoñación de la utopía progresista, a la manera del cine clásico de Hollywood, y olvidar que detrás de toda obra de arte se esconde un acto de barbarie.

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