miércoles, 24 de febrero de 2016

MEMORIAS CONGELADAS

Juan Muñoz  - Galería Elvira González, (20 de Enero - 30 de Marzo 2016.)

               MEMORIAS CONGELADAS


                           A través de los medios de la escultura, la fotografía o la pintura, la selección de las obras de Juan Muñoz expuesta en la galería Elvira González ofrece al espectador una mirada sobre una captura de una memoria anónima, que se desarrolla en una oscilación entre las representaciones de un tiempo perdido y, de otro lado, un tiempo detenido.
En la que se avecina siluetas en blanco y negro hasta tonos de grises, las fotografías y pinturas presentan exclusivamente espacios abandonados por los hombres, objetos hundidos en una substancia negra, un trabajo oscuro de la borradura ; mientras que las esculturas dan a ver hombres en parejas o solos, tallados en medio de una reacción, con una risa muy expresiva, solicitando rasgos faciales singulares, el movimiento de las extremidades. Sus risas silenciosas y tensas, casi con Demócrito, sugieren la captura de un absurdo, una rigidez.
Por lo tanto, toda la producción se desarrolla en una tensión entre el medio de la escultura, el volumen, y el de la representación plateada, suavizada por la fotografía o la pintura.
En primer lugar, el formato y el enganchando difieren entre los dos medios : las pinturas tienen un gran formato, convencionalmente colgado en la pared al lado de nosotros. Las esculturas, ellas, llenan el espacio de una manera más singular. Dos de ellas, en la sala de la derecha, están congeladas en el suelo, y presentan grupo de hombres relativamente pequeños, aplastados en el suelo, sin piernas, se encuentra un informe de superioridad sobre ellos. Otros dos, Balcon con figura de chino, One laughting at the other, por el contrario, se cuelgan en la altura, nuestra relación se moviendo, observamos con un informe inferior. Por lo tanto, una contracción de nodo se produce, entre el espacio, el formato solicitados por los medios de volumen y los de representación. Las fotografías y pinturas encarnan un carácter de ausencia, del abandonado, mientras que las esculturas convocan a capturar el corazón del movimiento, una forma congelada. Los objetos adquieren un formato más grande, mientras que el cuerpo humano se reduce, infantil en sus pequeños tamaños.
Por otra parte, la instalación de la pareja que se mira en un espejo implica muchas miradas, se puede apreciar el trabajo como volumen, sino también como un reflejo, traer otras obras en la representación a través del espejo, que se mueven con nosotros. Por lo tanto, se extiende la idea de que todas estas obras son ventanas abiertas en una etapa, un momento capturado, olvidado. Silencias vistas sobre la privacidad.
Las expresiones muy marcadas en resina de poliéster y acero de las esculturas introducen un cierto malestar, nos enfrentamos a estos pequeños hombres enamorados y atrapados en una risa que parece un tanto histérica, al menos absurda, una especie de la risa de Demócrito que une la gracia y la desesperación: la mayoría son desmembrados, sin pies, una de las esculturas perdió su mano. La brutalidad del material empleado logra capturar estas expresiones de incertidumbre. El hombre se convierte en un objeto como escultura. Los dos hombres que se ríen en la altura se acompañan de una línea de pequeñas figuras en bronce, y parece, por tanto, como viejos dioses locos que se ríen del mundo.
Por último, podemos ver que el trabajo de la galería simplemente sugiere aún más la tensión, que oscila entre el aspecto brillante y detenido, la cuestión del reflejo, las sombras. De hecho, la evaluación de los trabajos se combina con un fuerte interés prestado a la labor de la luz, diferentes luces cuelgas en la galería vienen a ofrecer muchas sombras que implementan el espacio, la existencia de esculturas. Así, el espectador puede jugar con las huellas en movimiento que estas obras introducen en el espacio, darle un movimiento fugaz.
Finalmente, la Galería Elvira González hace revivir las obras Muñoz que vienen cuestionar nuestra relación con el recuerdo, en nuestra memoria, y el absurdo que prevalece en este, en virtud de un cinismo singular, extranjero. La comunicación parece imposible en este silencio despellejado, entre las obras y con el espectador, los lugares son borrados y olvidados, los hombres capturados en un fragmento de lo absurdo.

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