“EL MERCADONA ES UN MUSEO”
Manuel Franquelo Giner, Biolencia
Hepidérmica, Twin Gallery. 2016.
Krishna Soto Moreno
“¿Pero esto qué es?” es el grito general que suena cuando
el espectador entra en la claustrofóbica Twin
Gallery. Esta galería es una dichosa sala blanca con poco que
aportar, excepto, quizás, la Biolencia
Hepidérmica del artista Manuel Franquelo Giner. El tal
Manuel no es que cometa faltas de
ortografía sino que inteligentemente alude, a través de trozos de carne del Mercadona, a
cuestiones biológicas, sociales y políticas.
El visitante de esta exposición, que no debería tener la
sensibilidad a flor de piel, puede sorprenderse al ver el predominio del rojo
sangre sobre fondos blancos, pero no es lo único que al público le impactará.
Unos inocentes corderillos comestibles cuelgan cerca de la entrada como si de
un bodegón holandés se tratase, lo que resulta un poco repulsivo para aquel que
entre por la puerta principal. Es posible que el espectador, una vez
desencantado con los corderos de bienvenida, disfrute con las obras que hay a
continuación del recorrido, que casualmente son las menos memorables y las más
bonitas del conjunto. Dichas obras son unas servilletas blanquecinas decoradas
rigurosamente con un material rojo llamativo. Los pesimistas pensarán en sangre
inmediatamente, y los optimistas evocarán el buen vino. A posteriori, uno
descubre decepcionado, que no es más que la marca de un boli
Bic
rojo.
No obstante, pese a que a simple vista no se aprecia, la
obra expuesta de Manuel Franquelo refleja mucho esfuerzo y dedicación. Es
admirable que el joven artista plantee la insensibilidad que padece el ser humano
ante la democratización de la violencia y el consumo abusivo de carne, llegando
a la reflexión de que la sociedad del futuro podría traficar inmoralmente con
carne como en la Alemania de la Posguerra. Lamentablemente, la cuestión que
plantea Giner sobre el control que tiene el Gobierno y las tecnologías sobre
“todo” se refleja pobremente en esta exposición. Si se hubiera querido hacer
una crítica simbólica a esa cuestión hubiera bastado con una réplica de Hal 9000 y “no abusar de la
carne roja”.
Esta exposición tiene la capacidad de aportar dos puntos de
vista: la descontextualizada que responde a una reacción de repulsión por parte
del público, y la elaborada, crítica y simbólica, que se acerca a la Lógica del Sacrificio
(título revelador de la obra del artista).
Se le podría acusar a Manuel Franquelo de usar todas estas
cuestiones mencionadas para tapar su hipocondría, pero la verdad es que es
ingenioso usar todas esas reflexiones críticas hacia la sociedad, el
capitalismo y el gobierno como una metáfora de su propio malestar. La
hipocondría como metáfora de la sociedad enferma, consumista y débil. El joven
artista aspira a ser un nuevo Baudelaire, pero se queda en ser un pequeño
reflejo de Zizek y de Theodor Adorno. Mucho mejor, la verdad.
A nadie le deja indiferente esta exhibición, cuyo mensaje
crítico no está claro en su mayor parte. Cierto es que la distribución de las
obras tiene ritmo, que en conjunto dan
para una buena reflexión. Además, un punto a su favor, es que no sigue la
estética artística edulcorada y tolerada en la mente colectiva. El arte no
tiene por qué ser bonito, moralmente bello ó de fácil comercialización, sino
provocar un estímulo en el individuo, ya sea negativo o positivo. Tampoco hay
que pasarse y ser Damien Hirst, aunque afortunadamente, Manuel Franquelo Giner
está lejos de su visión. En la asfixiante galería la obra que destaca por
encima de todas, aparte de los corderos chocolateados, es el bacon sintético
colgado a modo de cortina de ducha, porque ¿Quién no quiere un toldo
impermeable y flexible en forma de bacon
gigante?
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