jueves, 18 de febrero de 2016



“EL MERCADONA ES UN MUSEO”
Manuel Franquelo Giner, Biolencia Hepidérmica, Twin Gallery. 2016.
Krishna Soto Moreno

“¿Pero esto qué es?” es el grito general que suena cuando el espectador entra en la claustrofóbica Twin Gallery. Esta galería es una dichosa sala blanca con poco que aportar, excepto, quizás, la Biolencia Hepidérmica del artista Manuel Franquelo Giner. El tal Manuel no es que  cometa faltas de ortografía sino que inteligentemente alude, a través de trozos de carne del Mercadona, a cuestiones biológicas, sociales y políticas.
El visitante de esta exposición, que no debería tener la sensibilidad a flor de piel, puede sorprenderse al ver el predominio del rojo sangre sobre fondos blancos, pero no es lo único que al público le impactará. Unos inocentes corderillos comestibles cuelgan cerca de la entrada como si de un bodegón holandés se tratase, lo que resulta un poco repulsivo para aquel que entre por la puerta principal. Es posible que el espectador, una vez desencantado con los corderos de bienvenida, disfrute con las obras que hay a continuación del recorrido, que casualmente son las menos memorables y las más bonitas del conjunto. Dichas obras son unas servilletas blanquecinas decoradas rigurosamente con un material rojo llamativo. Los pesimistas pensarán en sangre inmediatamente, y los optimistas evocarán el buen vino. A posteriori, uno descubre decepcionado, que no es más que la marca de un  boli Bic rojo.
No obstante, pese a que a simple vista no se aprecia, la obra expuesta de Manuel Franquelo refleja mucho esfuerzo y dedicación. Es admirable que el joven artista plantee la insensibilidad que padece el ser humano ante la democratización de la violencia y el consumo abusivo de carne, llegando a la reflexión de que la sociedad del futuro podría traficar inmoralmente con carne como en la Alemania de la Posguerra. Lamentablemente, la cuestión que plantea Giner sobre el control que tiene el Gobierno y las tecnologías sobre “todo” se refleja pobremente en esta exposición. Si se hubiera querido hacer una crítica simbólica a esa cuestión hubiera bastado con una réplica de Hal 9000 y “no abusar de la carne roja”.
Esta exposición tiene la capacidad de aportar dos puntos de vista: la descontextualizada que responde a una reacción de repulsión por parte del público, y la elaborada, crítica y simbólica, que se acerca a la Lógica del Sacrificio (título revelador de la obra del artista).
Se le podría acusar a Manuel Franquelo de usar todas estas cuestiones mencionadas para tapar su hipocondría, pero la verdad es que es ingenioso usar todas esas reflexiones críticas hacia la sociedad, el capitalismo y el gobierno como una metáfora de su propio malestar. La hipocondría como metáfora de la sociedad enferma, consumista y débil. El joven artista aspira a ser un nuevo Baudelaire, pero se queda en ser un pequeño reflejo de Zizek y de Theodor Adorno. Mucho mejor, la verdad.
A nadie le deja indiferente esta exhibición, cuyo mensaje crítico no está claro en su mayor parte. Cierto es que la distribución de las obras tiene  ritmo, que en conjunto dan para una buena reflexión. Además, un punto a su favor, es que no sigue la estética artística edulcorada y tolerada en la mente colectiva. El arte no tiene por qué ser bonito, moralmente bello ó de fácil comercialización, sino provocar un estímulo en el individuo, ya sea negativo o positivo. Tampoco hay que pasarse y ser Damien Hirst, aunque afortunadamente, Manuel Franquelo Giner está lejos de su visión. En la asfixiante galería la obra que destaca por encima de todas, aparte de los corderos chocolateados, es el bacon sintético colgado a modo de cortina de ducha, porque ¿Quién no quiere un toldo impermeable y  flexible en forma de bacon gigante?

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