jueves, 18 de febrero de 2016

DIFUMINADO

DIFUMINADO

Biolencia Hepidermica. (Manuel Franquelo - Twingallery)

Cristina Sanz García

¿Dónde se encuentra la línea que separa la creatividad y lo psicótico? ¿Cuál es el punto de inflexión entre lo genial y la locura? El resultado final de la obra de un artista puede cambiar de forma radical desde la idea primera hasta la materialización de la misma. El tema o el mensaje del que se parte puede verse alterado o incluso perderse por el camino. Incluso a veces el público le da la vuelta a la intencionalidad y todo cambia. O simplemente las obras son un ejercicio ególatra que intenta ser enmascarado con un lema de crítica social.

La exposición Biolencia Hepidermica recoge obras del artista Miguel Franquelo que intentan abordar de manera crítica temas muy controvertidos de nuestro siglo. Sus formas, sin lugar a dudas, son muy llamativas y captan la atención del espectador desde el primer minuto. La morbosidad de lo que no aparece retratado directamente pero que cualquiera que se enfrente a una de estas piezas sabe lo que esconde, es un gancho que Franquelo ha sabido utilizar. El problema es el mensaje, ¿en qué momento comenzó a difuminarse? Todos conocemos los escabrosos temas que se sacan a relucir en esta exposición, y que de algún modo los escondemos en un recóndito rincón de nuestra conciencia humana, probablemente como un método de supervivencia para que no nos vaya carcomiendo. El encuentro con este tipo de mensajes hace que toda esta información que hemos querido dejar a un lado en la mayoría de los casos, salga a la superficie de nuestra mente y, como resultado, siendo muy optimistas estaremos durante dos días indignados con los sistemas de producción alimentaria, con el sistema de consumo de nuestra sociedad o con cualquier otro escándalo que sacude nuestro día a día.
Esta exposición es el resultado de una terapia que ha realizado Franquelo, mediante la cual ha volcado sus paranoias personales mezclándolas con problemas de la humanidad como una sociedad corrompida y corrida por el consumo, dando como resultado un mensaje desarraigado y que en definitiva ha intentado abarcar más de lo que ha conseguido plasmar.

El hiperrealismo, por su parte, añade aún más notoriedad a esta muestra. No podemos negar que Franquelo es un gran artista con una gran trayectoria pero que, en este caso su intencionalidad crítica ha desfigurado la forma. Algo que resulta curioso es la paradoja de la pieza más llamativa de la exhibición – Un cordero después de haberle explicado lo que es el arte contemporáneo – que para su realización han sido utilizados corderos muertos como moldes. Puede que el artista no tenga una intención de defender los derechos de los animales, pero con una exposición de este calibre, donde todo nos remite a la muerte y a lo sangriento, puede que el visitante común se sienta decepcionado por lo contradictorio de cómo fue realizada esta obra y el contexto temático que se supone que existe.


Lo que sí queda claro es que todo vale en el mundo del arte contemporáneo para ser expuesto. Lo visual está por encima de todo en nuestra sociedad y es la única forma de transmitir un mensaje, y cuanto más llamativo, escandaloso o, si queremos, raro mejor. Es la manera más efectiva de llegar al público. Manuel Franquelo sabe cómo hacer de su obra algo que destaque dentro de esta cultura visual, donde las imágenes nos bombardean con total normalidad, y al menos durante unos, minutos, horas o días replantearnos el consumismo masivo, el fetichismo que siente el hombre del siglo XXI por el consumo, y por la pasividad con que la información moralmente cuestionable se almacena sin que moleste. 

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