jueves, 25 de febrero de 2016

REFLEJO INTERACTIVO: SÍ O SÍ
Juan Muñoz, Galería Elvira González (20 enero – 30 marzo 2016)
Andrea Sanz Sáez
El uso de piezas figurativas y realistas por parte de Juan Muñoz en un momento en el que impera en la escena artística lo prácticamente opuesto, y más aún a través de un formato como es la escultura, que en su caso se aleja de toda monumentalidad posible, es ante todo arriesgado. Un riesgo que Muñoz tomó desde sus inicios perseguido por sus obsesiones, retomando la figura humana en la escultura contemporánea y que lo han llevado a la primera línea del panorama artístico actual. A pesar de esta figuración y realismo, sus obras no se despegan de la contemporaneidad, reflexionan, narran, muestran, critican; no se quedan en lo técnico o estético que también las acompañan, sino que el diálogo que generan tanto interno como con el espectador es el salto fundamental en la creación del artista.
A pesar de trabajar otras disciplinas, como se ve en la muestra de Elvira González, tales como la pintura, el grabado o la fotografía, la escultura es lo más sobresaliente tanto en la exposición de la galería como en toda su carrera artística. El juego de las figuras con el espacio y su ocupación en el mismo aluden a sus breves estudios de Arquitectura; la relación que entre ellas mismas se genera se da a través de la (no)conversación en un coloquio mudo o de la gran carcajada irremediablemente contagiosa que instan al oyente-observador a entrometerse, de este modo introduce también al espectador en ese mecanismo multidireccional de relaciones entre la obra consigo misma y con el voyeur allí presente. Esa interpelación con el espectador es igualmente visible en su amigo de profesión Richard Serra, el cual a través de la escultura en abstracto o minimalista y con una escala mucho mayor, altera el entorno y cambia la identidad del espacio obligando, del mismo modo que Muñoz con el uso de los espejos, a olvidar su rol pasivo e interactuar con la obra. 
De manera individual, las figuras de los personajes chinos de la obra Sin título recordarían a la escena final de Tokio Monogatari, donde en una situación que roza lo dscabellado, el papel que interpreta Chishu Ryu y su vecina no dejan de sonreír durante la conversación sobre el fallecimiento de la esposa de éste, muy a su pesar y de manera obligada, al igual que parece forzar uno a otro en la obra de Muñoz. Sin embargo, visto en conjunto, la repetición del mismo modelo oriental en las esculturas sugiere un llamamiento a la masa, una identificación por parte de cualquiera con la obra y su inserción en la misma. Lo mismo ocurriría con One laughing at the Other, donde por la actitud cómplice de las dos figuras queda claro el entendimiento entre ambas, sin embargo, el elemento narrativo que emite una de ellas no llega hasta la otra, mostrando un poso de incomunicación o falta de comprensión. Esta misma obra, junto a Balcón con figura de un chino, apunta a los inicios de Juan Muñoz con la creación de balcones y barandillas, tanto por la situación de la obra en el espacio (por encima del nivel lógico visual y pegadas a la pared), como por la introducción del elemento del balcón en la obra del 91. La obra más destacada por su fuerza propia y autonomía es Two figures, one laughing at one hanging, que consigue lo que en palabras del propio Juan Muñoz pretendía lograr con sus obras: “Creo que en las obras de arte más logradas, las piezas existen sin ti. Siempre he tenido la sensación de que una pieza debe funcionar incluso cuando no haya nadie”. 

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