Tiempo laborioso
JuanLuis Moraza, Galería Esapacio Mínimo.
Cristina Sanz García
“Una obra de arte no quiere decir nada. Más bien hace decir,
pensar, sentir”
Trabajo y tiempo. Son los dos aspectos en los que Juan Luis
Moraza nos hace reflexionar. La pequeña muestra, pero muy significativa sobre
la obra del artista, que se exhibe en la galería Espacio Mínimo está cargada de
un mensaje muy reivindicativo. Lo que propone al visitante es una reflexión,
totalmente personal, sobre el sentido del trabajo. Pero el término trabajo no
solo referido al ámbito laboral, si no que este se ha extendido a muchas otras
partes de nuestra existencia, de nuestra rutina y nuestra forma de vida. Hoy en
día todo es trabajo y todo es trabajado.
Con cuatro únicas piezas que forman la serie Trabajo
Absoluto (Calendario de fiestas laborales,
Erosis, Nofondos y La fiesta como oficio), que son una continuidad de sus anteriores exposiciones,
llega para poner en entredicho la forma en la que vivimos nuestro tiempo. El
trabajo significa esfuerzo, dedicación… y tiempo. Tiempo que se traduce en
nuestra propia vida, nuestro tiempo de existencia. Para trabajar invertimos
tiempo, por lo tanto, invertimos nuestra propia vida.
Como si de “El día de la Marmota” se tratase, el primer día
de mayo, como día festivo por excelencia en nuestro país, se repite a lo largo
de todo el calendario (bisiesto para más inri) que ocupa una pared entera. Pero
cada uno de estos días, aunque parezcan iguales, un mensaje los diferencia a
cada uno de ellos, con un lema o una justificación por la cual no debemos hacer
del trabajo nuestro “leitmotive”. Esas frases se unen al piso inferior, donde
esta vez en formato de audio se van repitiendo en una nueva instalación.
Instalación, que no sabemos si por su formato o por el espacio, nos abruma. El
sonido que se une y que taladra nuestra mente es el tic tac tic tac… del reloj situado en el centro de la instalación. Esto enfatiza aún más el valor que le damos a nuestro
tiempo. Hace reflexionar sobre estos temas de forma cada vez más profunda.
La última estancia formada por dos piezas, nos recuerdan el
desgaste que sufrimos, materializado en “tizas” a escala humana, y pizarras
repletas de dibujos y garabatos, donde el blanco inunda el fondo negro del
plano. La mayoría son dibujos sin sentido, simplemente tienen la intención de
emborronar la superficie aunque en algunos lugares podemos intuir alguna
palabra escrita.
Esa intención de Juan Luis Moraza de hacernos sentir,
hacernos pensar sin tener un mensaje marcado por el que debemos guiarnos, todo
aquel que se ponga antes esta muestra llega a una misma sensación, una “inspección”
de nuestra organización del tiempo, tiempo de trabajo y tiempo de ocio.
Actualmente el sistema nos exige ser seres productivos más que seres humanos,
que luchan para ser competentes y competitivos en su labor, donde el valor económico
es lo único que importa, que tira por tierra las realizaciones personales de
cada ser humano y que palabras como vocación quedan desvalorizadas y sin ningún
tipo de sentido.
El escultor, por suerte o por desgracia, el artista en
general tiene la fortuna de poder invertir su tiempo en la creación artística,
donde volcar su pensamiento y su alma en la obra para transmitirlo al público.
Gente congraciada que en definitiva su trabajo es su tiempo, y no al contrario.
Sin lugar a dudas la obra de Moraza engancha al público, le remueve algo que a
veces queda olvidado y que preferimos no pensar y es eso tan básico como
organizar el tiempo y sentirse realizado. Un mensaje muy social y personal que
tiene continuidad.
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